Hay razones de sobra para que la incertidumbre se haya tomado la vida cotidiana. Entre ellas, el desempleo, el cinismo con el que se reproducen los actos de corrupción y se naturaliza la impunidad, la inseguridad dentro y fuera de los hogares y sin lugar a duda, las consecuencias de la pandemia. Nunca se habían juntado tantas desgracias, en simultáneo y con efectos devastadores en todos los casos. En esas condiciones, el discurso de la buena vibra, la energía positiva y las reglas del éxito no caben. Lo que sí funciona es el establecimiento de acuerdos éticos, con voluntad política y una programación de por medio a través de la concreción de un pacto social que nunca hemos logrado. Ahora es el momento. La crisis nos puede sacar del atolladero si operamos con razón, sentido común, humanismo y convivencia.
Entre los temas esenciales para lograr un pacto social sostenido en el tiempo se encuentran: la lucha contra la corrupción y la impunidad, el diseño y la concreción de un verdadero sistema de salud, la descentralización efectiva con desarrollo local, el impulso a la agricultura familiar campesina, el replanteamiento de la educación en todos los niveles, la defensa, preservación y conservación del ambiente, la lucha contra las distintas formas de violencias, economía generadora de empleo sobre la base de un nuevo modelo que acorte la brecha entre ricos y pobres. Ningún tema es más importante que otro, pues hay interconexiones, vinculaciones y complementariedades entre ellos. Por ejemplo, para mejorar la salud se requiere de educación preventiva, buena alimentación, ambiente saludable, contexto libre de violencias y un modelo de desarrollo que garantice acceso, cobertura y calidad a los centros de atención sin discriminación de ningún tipo.
Los candidatos a las diferentes dignidades tienen el imperativo de cerrar filas por un nuevo país y eso se logrará con un gran acuerdo nacional que esté sobre los partidos, los intereses corporativos y la personalización de la política.