Quevedo: La otra ‘cara’ de ‘La Olla’

SECTOR. Gran parte de los moradores ven con buenos ojos la presencia policial, otros creen que no es la solución.
SECTOR. Gran parte de los moradores ven con buenos ojos la presencia policial, otros creen que no es la solución.
CASO. José Guerrero tiene 76 años y se pasa el día a orillas del río. Por la noche duerme en una ramada de plástico que tiene detrás de los puestos.
CASO. José Guerrero tiene 76 años y se pasa el día a orillas del río. Por la noche duerme en una ramada de plástico que tiene detrás de los puestos.
MERCADO. Permanece abandonado. Varios habitantes aseguran que detrás de la estructura se escondían los consumidores de droga.
MERCADO. Permanece abandonado. Varios habitantes aseguran que detrás de la estructura se escondían los consumidores de droga.
POBREZA. Carlos Anchundia y Simón Villalta habitan en una improvisada vivienda de madera en terrenos considerados como áreas verdes por el Municipio.
POBREZA. Carlos Anchundia y Simón Villalta habitan en una improvisada vivienda de madera en terrenos considerados como áreas verdes por el Municipio.
PATRULLAJES. Se realizan constantemente durante el día y la noche.
PATRULLAJES. Se realizan constantemente durante el día y la noche.

Como ‘La Olla’ es conocido el sector que comprende un tramo de la avenida Malecón desde la calle Novena hasta la Décima Cuarta, en el centro de Quevedo.

Allí la Policía Nacional ejecutó un fuerte operativo donde desplegó 250 uniformados, provocando que gran parte de los consumidores de estupefacientes abandonara el sitio. Se allanó a cuatro casas y hubo cinco personas aprehendidas.

A dos semana de aquella ‘sorpresa’ para quienes expendían droga en el sector, los policías están permanentemente en ‘La Olla’. Se ha instalado una UPC móvil y la presencia de los consumidores de estupefacientes o de los ‘amigos de lo ajeno’ parece alejarse.

Al menos así opinan gran parte de los moradores de este populoso sector, quienes ‘aplauden’ que se haya dado mayor atención en cuanto a la seguridad se refiere. Sin embargo, quienes tienen más años opinan que la raíz del problema no estaba solo en eso, sino en los jóvenes que tienen vicios y que habitan o visitan el lugar.

También hay quienes ven a los uniformados con indiferencia, manifestando que ellos solo “están para la foto” o simplemente por hacer presencia.

Esperan que se mantengan

Sobre la presencia policial, Kerlys Petao, quien acostumbra a comprar legumbres en el sector, opina que ya era hora “de que se tomen cartas en el asunto, debido a tanta delincuencia que tenemos”.

Dijo que a pesar de visitar casi a diario el sector conocido como ‘La Olla’ no ha sido víctima de robo, pero que sí ha escuchado que muchas personas han sido el ‘blanco’ de los llamados ‘arranchadores’

EL DATO
El sector ‘La Olla’ comprende desde la calle Novena hasta la Décima Cuarta de la avenida Malecón, en el centro de Quevedo.

Un joven que Diario La Hora topó en el lugar, pero que prefirió no identificarse, aceptó consumir marihuana. Dijo que no le hace daño a nadie y que no le teme a la presencia policial. “La gente que roba no es de aquí, sino que llegan de otra parte, se esconden tras el mercado y de allí salen a quitarles las cosas a la gente que llega a comprar y después se esconden, eso es algo cobardes”, mencionó.

Mientras que Agustín Vacacela, comerciante del sector, no se quejó por la seguridad, pues dijo que a pesar de todo hay respeto para quienes llegan a invertir a la ciudad.

Sin embargo, asegura que la basura en las riberas del río es un problema que esperan erradicar. Aseguró que no son los vendedores quienes lanzan los desperdicios, sino que llegan desde afuera a botar de todo.

Durante los últimos días maquinarias municipales trabajan en el lugar. Se enfocan principalmente en sanear los desperdicios de cárnicos (pollo, pescado o carne), plásticos (botellas, tarrinas y otros más) y escombros.

Se levantó de las drogas

Sentado en un pequeño parque que existe en el sector estaba Julio Aspiazu Candelario, un adulto mayor de 76 años con una historia de vida. Dijo que estuvo inmerso en el mundo de las drogas por algo más de 20 años y que al tener casi ese mismo tiempo que no la consume, recomienda a la juventud “a no desperdiciar su vida”.

Recuerda que fue en su propia casa donde se acercó al mundo de las drogas, debido a que cuando sus padres hacían reuniones, no faltaba el trago o los cigarrillos. Él tomaba las colillas que dejaban los mayores y los volvía a encender, pero esta vez con cualquier tipo de papel. “Yo tenía unos 15 años en esa época, no soy estudiado, con apuros pude terminar la primaria”, reveló.

Explicó que estuvo cerca de un año interno en una clínica de rehabilitación donde favorablemente logró cambiar, pero recuerda que el vicio o “la enfermedad crónica”, como la llama, lo llevó a robar incluso a su familia, de quienes sustraía los víveres para poder comprar sobres con marihuana o para la ‘chupa’.

“Yo robaba en Quito, Guayaquil o Ambato. Me iba bien vestido, hasta con leva y en los almacenes me llevaba las cosas. Después me iba a otra ciudad para venderlo y esa era mi vida”, contó Aspiazu, quien tampoco dice recordar cuánto tiempo o cuántas veces estuvo en prisión por eso.

LA CIFRA
250
POLICÍAS participaron del operativo en ‘La Olla’.

Agregó que dejar de consumir no fue nada fácil, pues debió poner mucha fuerza de voluntad, principalmente cuando su hermana lo encerró por un año en una clínica para rehabilitarse en el cantón La Libertad, hoy perteneciente a la provincia de Santa Elena. Ahora dice tener unos 20 años desde que no consume y por ello sabe lo que es vivir en un mundo al que considera “malo”.

Para solucionar el problema del consumo de droga en ‘La Olla, opina que la vieja estructura del mercado de mariscos debería ser demolida para evitar que quienes consumen se oculten tras las paredes aprovechando la oscuridad de la noche.

“Aquí venían un poco de fumones, daba pena ver cómo mujeres y hasta muchachitos muy jóvenes, casi niños, llegaban fumar. A orillas del río formaban covachas y allí vivían porque no había orden”, expresó el ciudadano.

Viviendo en una ramada

A orillas del río, José Guerrero, de 76 años, comía en tarrinas junto a un amigo. Cerca se quemaba un pequeño montículo de basura. Tampoco parecía sentirse incómodo por la presencia de aves de rapiña que escarbaban entre los desperdicios.

El adulto mayor aseguró vivir casi a la intemperie, pues detrás de uno de los puestos de legumbres, ha improvisado una pequeña ramada de plástico y varios palos. Allí, sobre los adoquines, ha colocado un viejo colchón, varias sábanas y un par de ollas para cocinar sus alimentos.

Con un semblante de preocupación y algo de tristeza se pregunta por qué no recibe alguna ayuda por parte del Gobierno, como el bono de desarrollo humano. Reveló que no pide nada a sus hijos, pues prefiere no interferir en sus vidas.

“Al menos le doy gracias a Dios de que tengo salud y que no duermo sin algo que me cubra la cabeza. Yo tengo más de 60 años viviendo en Quevedo, vine desde Junín (Manabí) y siempre he estado en esta feria, me gano la vida ayudando a los comerciantes a pelar habas, fréjoles, cebollas, o lo que me pidan a cambio de un par de dólares o alguna comidita”, explicó el hombre.

Guerrero, a quien conocen como ‘Tagüiro’, asegura que ‘La Olla’ en décadas pasadas era mejor. Dijo que desde que se fueron los vendedores de mariscos del viejo mercado, el lugar quedó prácticamente en el olvido.

“No puedo hablar mucho porque después dicen que uno es ‘sapo’, pero el problema de este sector siempre ha sido la droga, hay bastantes muchachos, hombres y mujeres que llegaban acá a consumir. Ahora que la Policía está aquí, esperemos que esto se elimine por completo”, expuso el hombre.

Otro caso

En terrenos que son considerados como áreas verdes por la Municipalidad de Quevedo es donde habitan cuatro personas en improvisadas casas de madera. Entre ellos está Carlos Anchundia, de 66 años y Simón Villalta, de 57.

Ambos ciudadanos manifestaron que se han tenido que ‘acomodar’ en el lugar debido a que no tienen dónde ir. No tienen trabajo y sobreviven de un pequeño triciclo del que se turnan para hacer fletes y ganarse 50 centavos o un dólar, que servirá para comprar cualquier cosa y ‘parar la olla’.

Anchundia dijo que, en su caso, hay un pequeño grupo de comerciantes de legumbres que les están apoyando, pero hay otros que no. “Hay quienes nos ven mal, si es que nos dan nos hacen malos gestos y hasta nos tiran al piso algún rechazo de papa, cuando en realidad lo que hacemos es cuidarle sus puestos de que nadie entre en la noche y les termine dejando sin nada”, explicó.

De su lado, Villalta pide a las autoridades que les consideren en los proyectos de vivienda, pues “somos pobres, estamos envejeciendo y no quiero saber qué pasará si nos enfermamos, porque en mi caso, pocos son quienes me extienden la mano y me dan así sea tres dólares para comprarme una pastilla”, puntualizó. (JVV)

FRASE

“La gente que roba no es de aquí, sino que llegan de otra parte, se esconden tras el mercado y de allí salen a quitarles las cosas a la gente que llega a comprar y después se esconden, eso es algo cobardes”.

TOME NOTA
En el sector, hace dos semanas la Policía ejecutó un fuerte operativo, donde se allanó a cuatro casas y hubo cinco personas aprehendidas.