Evolución y educación sexual

Conforme a lo prometido abordo el tema de la evolución de la especie humana en relación con la educación sexual. Es un axioma aceptado que la naturaleza imprime en los seres vivos dos obligaciones: mantenerse con vida y perpetuar su especie. La primera va ligada a un gen “egoísta” y la otra a un “altruista”. Nuestra especie ha tenido éxito por cuanto ha logrado compaginar a los dos.

Partamos de la peculiaridad de la cría humana: su desarrollo hasta alcanzar su independencia en la movilización, alimentación, protección y comunicación es muy largo, sobre todo si se lo compara con la esperanza de vida del ser humano primitivo. La cría humana necesita de ayuda externa para aprender a caminar, alimentarse, conseguir un refugio y hablar: por lo menos siete años, en el mejor de los casos.

Los homínidos primitivos tuvieron éxito porque los dos sexos evolucionaron hacia especializaciones diversas, basadas en su conformación física y en su peculiaridad racional. La mujer, encargada de gestar durante nueve meses, de dar a luz, de amamantar y de criar, necesitaba de protección frente a toda clase de enemigos.

El encargado de darle este amparo era el varón, musculoso, fuerte, agresivo. Tanto la mujer como el varón, no solo por instintos animales, sino por su racionalidad, crearon un vínculo mayor entre ellos y con su prole: el sentimental; este es el origen evolutivo de la familia, fortalecido por el hecho, comprobado estadísticamente, de que aproximadamente nacen el mismo número de niñas que de niños.

El proceso de fidelización (mantener la pareja unida permanentemente) garantizaba la supervivencia de las crías, con lo cual el varón aseguraba la conservación de sus genes a lo largo del tiempo. La consolidación de los afectos ayudan a la supervivencia, es lo que los humanos llamamos amor.

La educación sexual debe tener en cuenta estos aspectos: ayudar a los adolescentes a pensar en su misión como preservadores de la especie, también por medio del fortalecimiento de la familia, lo cual no se puede dar sin madurez, no solo genital, sino afectiva.

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