Violencia

Trato siempre, en conjunto con la familia, en especial con mis hijos, de acompañar a Liga de Quito en los diferentes estadios del país, de manera particular en Casa Blanca, como hincha apasionado y amante de jugar y ver el fútbol.


Este fin de semana, el día domingo, Liga jugó con El Nacional y fue lamentable constatar a pocos metros un enfrentamiento a puñetes y patadas entre varios asistentes, en momentos de desajuste total por la presencia de un ebrio que casi todo el partido incomodó a la gente y no respetó a mujeres, niños ni adultos mayores. Al parecer todos los participantes en la gresca eran hinchas de Liga, pero no pudieron tolerar tanta impertinencia que luego desató la bronca, a ratos incontenible, sin que la Policía aparezca de forma urgente sino cuando las cosas habían terminado y ni siquiera pudieron determinar a los responsables directos de esta desafortunada situación.


Esto nos debe llevar a meditar en la importancia de un exigente y firme control. Es absolutamente contrario al deporte, que en esencia es salud, educación y felicidad, el permitir que ingresen quienes propician vicios como el alcohol y el tabaco. Es realmente feo y perjudicial el permanecer dos horas junto a fumadores o bebedores, peor si no manejan adecuadamente sus sentimientos y llegan a los estadios a desfogar prejuicios o represiones internas.


No quiero pecar de purista y peor de moralista, pero es indispensable que a espectáculos públicos deportivos concurran seres humanos que hagan un alto necesario al alcohol y al tabaco. En sus casas, en sus ambientes privados, pueden hacer lo que quieran, aunque aquello perturbe a sus familias, si lo permiten. No tienen ningún derecho de afectar al resto.
La violencia en los estadios debe ser desterrada y sin titubeos, así como impedir el consumo de cigarrillos y licor y que concurran en esos estados peligrosos.