‘En el primer combate solo tuvimos un caído’

El sargento en servicio pasivo, Héctor Solórzano, recuerda como si fuera ayer la batalla del Cenepa de 1995.

Redacción QUEVEDO

Héctor Solórzano Robinson, de 58 años, fue parte del conflicto del Alto Cenepa ocurrido en 1995. Por su coraje y decisión, el Ejército Ecuatoriano le otorgó una ‘Cruz de Guerra’ al terminar su servicio militar. Hoy relata cómo fueron sus días impregnado en esa selva amazónica.

Corría el año 1981, cuando Solórzano, un empleador de la represa Daule-Perita realizaba la conscripción militar. Comentó que pertenecer al Ejército había sido una añoranza del corazón, ya que su hermano mayor también se dedicada a la milicia.

“Recuerdo que era un muchacho, entré a las Fuerzas Armadas porque mi hermano era comando paracaidista y yo quise seguir sus pasos. Además, el servicio a la patria siempre la he llevado en mi sangre”.

Agregó que sus días de entrenamiento militar fueron los más extremos y duros. “Teníamos un entrenamiento muy contundente. Nos decían: ‘El entrenamiento tiene que ser más fuerte para que la guerra sea un descanso”.

En el año 1994, se escuchó en los primeros días de diciembre que había disputas en un destacamento militar que tenía Ecuador. Al Grupo #26, perteneciente a Quevedo, les informaron que recojan todo el arsenal y raciones de comida.

“En ese entonces, nosotros no sabíamos bien lo que ocurría, pero cogimos lo indispensable y viajamos en el ‘Búfalo’ (un avión) hasta el sector Patuca, de ahí nos enviaron a Twinza”.

Lo que pasó

Transcurrió el tiempo hasta que llegó enero de 1995, Solórzano había celebrado Navidad y Año Nuevo en la selva. Comentó que las noches eran las más difíciles porque no se podía conciliar el sueño.

“Prácticamente ya estábamos avisados de que los peruanos iban atacar en cualquier momento. Nuestros implementos eran una mochila, raciones y las municiones que jamás podían faltar”.

Solórzano agregó que lo que más le marcó de la guerra era el avance de los soldados peruanos, eso a veces le provocaba algo de temor. “Ellos tenían una patrulla de más de 80 hombres y nosotros solamente éramos 22 hombres. ¡Una diferencia abismal!,” expresó.

Sin embargo, Solórzano y su equipo supo aprovechar las instrucciones de sus oficiales para no caer en malas situaciones de combate. “Recuerdo que eran las 17:00, y nuestro destacamento fue atacado por los soldados peruanos, en el primer combate que se tuvo entre ellos, sólo tuvimos un caído”, indicó.

La guerra seguía junto con los enfrentamientos que se avecinaban día tras día. Un día hubo un rotundo éxito, y lograron capturar a un oponente. “Estuvimos realizando un patrullaje de reconocimiento en la costa occidental, esa fue la oportunidad de encontrar vestigios del Ejército peruano, tuvimos el acierto de regresar y llevar un prisionero”, dijo.

El 31 de enero de 1995, una fecha que jamás olvidará

“Lo recuerdo porque lo tengo anotado en mi mente y en mi agenda. Cuando fui a Quevedo, lo primero que vi fue a mi hija que yo había dejado, ella no me reconoció, estaba muy linda, muy gordita,” expresó.

Afirma que cuando salió se llevó una gran decepción al enterarse que muchos que fueron condecorados no estuvieron en el conflicto bélico como él. “Hoy, hay ecuatorianos que son ignorados y no reciben ningún reconocimiento por haber defendido la patria. Recuerdo que también entregaron un dinero a los comandantes de aquel tiempo, y no sabemos que se hizo con eso. Sin embargo, yo prefiero estar en perfil bajo ante esta situación”, dijo.

El sargento en servicio pasivo actualmente se dedica a diversas actividades, es miembro del Club de Veteranos de Guerra ‘Vencedores del Cenepa’. También está casado y tiene 5 hijas. “Hicimos todo lo posible, siempre estábamos dispuestos a ofrecernos por nuestra patria, incluso hasta nuestra propia vida”, enfatizó. (EHL)