No se requieren nuevas leyes

El cáncer de la corrupción sigue apareciendo en uno u otro lado. El expolio del Estado se devela en todas las direcciones de su estructura, bien sea en una gran magnitud o hasta el caso reciente de la reparación de un vehículo. Ante este escenario la población comparte un sentimiento de desánimo y frustración. En gran parte de la función pública se carece de estándares mínimos de seriedad y honradez.

Vamos desde el mal uso de los fondos destinados a paliar la tragedia que nos dejara el terremoto de 2016 en Manabí y Esmeraldas, inconsistencias en contratos, penetración del narcotráfico en instituciones que deberían combatirlo y exterminarlo, empresas fantasmas facturando al Estado y burla y distorsión del sistema de compras públicas, hasta la crisis carcelaria, por solo citar algunos casos recientes.

Es un oleaje fétido que no cesa. No pasa una semana sin que se presenten otros, a veces más graves que aquellos de los que se ocupa la justicia, se investigan por la Fiscalía o son denunciados por los medios de comunicación. Se constata que la adopción e introducción de medidas anticorrupción en un área desplaza las actividades ilícitas a otras donde las oportunidades de delinquir siguen intactas.

Prevenir la corrupción y castigarla rápida y ejemplarmente cuando se detecta es un clamor permanente de la sociedad. Aquí un zurcido y allá un remiendo no cortan de raíz esta agobiante pandemia. Estamos atrapados en un círculo vicioso del que se precisa salir de una vez. Ya no se requieren nuevas leyes, sino aplicar las que existen a profundidad. Las prácticas corruptas hacen inviables cualquier tipo de transformación social y el progreso económico.


Elige un trabajo que te guste y no tendrás que trabajar ni un día de tu vida”. Confucio Filósofo chino (551 AC-478 AC)Dichoso el que gusta las dulzuras del trabajo sin ser su esclavo”. Benito Pérez Galdós Escritor español (1843-1920)