Autoritarismo débil

Lo ocurrido esta semana pasará a la historia como uno de esos momentos duros, donde el pueblo ha debido sufrir el embate del poder de una manera que pensábamos ya superada. Pretexto para ello ha sido el que en medio de las manifestaciones se han infiltrado bandas de correístas a sueldo, con la consigna de perpetrar destrozos, saqueos, generando violencia y desmanes. Lo hicieron y ello generó un brote de delincuencia común; donde reina el caos y la pobreza, lastimosamente siempre aflora. Los ciudadanos comunes han sentido temor de transitar por cualquier calle del país.

Según algunas personas de gobierno estas bandas de azuzadores y malhechores eran pagados por autoridades seccionales que pertenecen al movimiento político de Correa. Ello constituye un grave delito. Esperamos que se investigue y se dé con el paradero de quienes causaron destrozos y de los que los contrataron y orquestaron esta canallada, que no hace sino reiterar lo sabido, que durante una década fuimos gobernados por inescrupulosos que no respetan ni al pueblo ni a la propiedad pública o privada. Y ahora quieren pescar el poder a río revuelto.

Igual de criminal es haber agredido a manifestantes indígenas, ajenos a la gavilla correísta, entrando incluso a las universidades donde pernoctaban. Rechazo y repudio a esa acción execrable de la fuerza pública que vulneró no solo Derechos Humanos de los manifestantes sino la autonomía universitaria. Otra vez, creíamos superados esos tiempos, pero evidentemente no.

El responsable de fondo este momento es el Gobierno por dos razones muy claras. Uno, haber lanzado medidas neoliberales de ajuste sin haber pensado en otras opciones, que sí existen. En lugar de quitar el subsidio al diésel, que es el combustible del transporte público y de los bienes de primera necesidad, se debería pensar en quitar gradualmente de circulación los carros a diésel, tendencia mundial, dada la contaminación que generan. Dos, haber pensado que tenía suficiente capital político para lanzarlas.

Evidentemente no lo tiene y ha estado al borde de caer; tuvo que llevar la sede de Gobierno a Guayaquil, muestra de debilidad política. Dar palo a los manifestantes, con excesos inaceptables es además muestra de autoritarismo, pero asustado. Se ha demostrado flaquezas enormes en el Gobierno. Se esperan rectificaciones de fondo, que al final es el país que sufre tanto devaneo y torpeza política.

[email protected]

Lo ocurrido esta semana pasará a la historia como uno de esos momentos duros, donde el pueblo ha debido sufrir el embate del poder de una manera que pensábamos ya superada. Pretexto para ello ha sido el que en medio de las manifestaciones se han infiltrado bandas de correístas a sueldo, con la consigna de perpetrar destrozos, saqueos, generando violencia y desmanes. Lo hicieron y ello generó un brote de delincuencia común; donde reina el caos y la pobreza, lastimosamente siempre aflora. Los ciudadanos comunes han sentido temor de transitar por cualquier calle del país.

Según algunas personas de gobierno estas bandas de azuzadores y malhechores eran pagados por autoridades seccionales que pertenecen al movimiento político de Correa. Ello constituye un grave delito. Esperamos que se investigue y se dé con el paradero de quienes causaron destrozos y de los que los contrataron y orquestaron esta canallada, que no hace sino reiterar lo sabido, que durante una década fuimos gobernados por inescrupulosos que no respetan ni al pueblo ni a la propiedad pública o privada. Y ahora quieren pescar el poder a río revuelto.

Igual de criminal es haber agredido a manifestantes indígenas, ajenos a la gavilla correísta, entrando incluso a las universidades donde pernoctaban. Rechazo y repudio a esa acción execrable de la fuerza pública que vulneró no solo Derechos Humanos de los manifestantes sino la autonomía universitaria. Otra vez, creíamos superados esos tiempos, pero evidentemente no.

El responsable de fondo este momento es el Gobierno por dos razones muy claras. Uno, haber lanzado medidas neoliberales de ajuste sin haber pensado en otras opciones, que sí existen. En lugar de quitar el subsidio al diésel, que es el combustible del transporte público y de los bienes de primera necesidad, se debería pensar en quitar gradualmente de circulación los carros a diésel, tendencia mundial, dada la contaminación que generan. Dos, haber pensado que tenía suficiente capital político para lanzarlas.

Evidentemente no lo tiene y ha estado al borde de caer; tuvo que llevar la sede de Gobierno a Guayaquil, muestra de debilidad política. Dar palo a los manifestantes, con excesos inaceptables es además muestra de autoritarismo, pero asustado. Se ha demostrado flaquezas enormes en el Gobierno. Se esperan rectificaciones de fondo, que al final es el país que sufre tanto devaneo y torpeza política.

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Lo ocurrido esta semana pasará a la historia como uno de esos momentos duros, donde el pueblo ha debido sufrir el embate del poder de una manera que pensábamos ya superada. Pretexto para ello ha sido el que en medio de las manifestaciones se han infiltrado bandas de correístas a sueldo, con la consigna de perpetrar destrozos, saqueos, generando violencia y desmanes. Lo hicieron y ello generó un brote de delincuencia común; donde reina el caos y la pobreza, lastimosamente siempre aflora. Los ciudadanos comunes han sentido temor de transitar por cualquier calle del país.

Según algunas personas de gobierno estas bandas de azuzadores y malhechores eran pagados por autoridades seccionales que pertenecen al movimiento político de Correa. Ello constituye un grave delito. Esperamos que se investigue y se dé con el paradero de quienes causaron destrozos y de los que los contrataron y orquestaron esta canallada, que no hace sino reiterar lo sabido, que durante una década fuimos gobernados por inescrupulosos que no respetan ni al pueblo ni a la propiedad pública o privada. Y ahora quieren pescar el poder a río revuelto.

Igual de criminal es haber agredido a manifestantes indígenas, ajenos a la gavilla correísta, entrando incluso a las universidades donde pernoctaban. Rechazo y repudio a esa acción execrable de la fuerza pública que vulneró no solo Derechos Humanos de los manifestantes sino la autonomía universitaria. Otra vez, creíamos superados esos tiempos, pero evidentemente no.

El responsable de fondo este momento es el Gobierno por dos razones muy claras. Uno, haber lanzado medidas neoliberales de ajuste sin haber pensado en otras opciones, que sí existen. En lugar de quitar el subsidio al diésel, que es el combustible del transporte público y de los bienes de primera necesidad, se debería pensar en quitar gradualmente de circulación los carros a diésel, tendencia mundial, dada la contaminación que generan. Dos, haber pensado que tenía suficiente capital político para lanzarlas.

Evidentemente no lo tiene y ha estado al borde de caer; tuvo que llevar la sede de Gobierno a Guayaquil, muestra de debilidad política. Dar palo a los manifestantes, con excesos inaceptables es además muestra de autoritarismo, pero asustado. Se ha demostrado flaquezas enormes en el Gobierno. Se esperan rectificaciones de fondo, que al final es el país que sufre tanto devaneo y torpeza política.

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Lo ocurrido esta semana pasará a la historia como uno de esos momentos duros, donde el pueblo ha debido sufrir el embate del poder de una manera que pensábamos ya superada. Pretexto para ello ha sido el que en medio de las manifestaciones se han infiltrado bandas de correístas a sueldo, con la consigna de perpetrar destrozos, saqueos, generando violencia y desmanes. Lo hicieron y ello generó un brote de delincuencia común; donde reina el caos y la pobreza, lastimosamente siempre aflora. Los ciudadanos comunes han sentido temor de transitar por cualquier calle del país.

Según algunas personas de gobierno estas bandas de azuzadores y malhechores eran pagados por autoridades seccionales que pertenecen al movimiento político de Correa. Ello constituye un grave delito. Esperamos que se investigue y se dé con el paradero de quienes causaron destrozos y de los que los contrataron y orquestaron esta canallada, que no hace sino reiterar lo sabido, que durante una década fuimos gobernados por inescrupulosos que no respetan ni al pueblo ni a la propiedad pública o privada. Y ahora quieren pescar el poder a río revuelto.

Igual de criminal es haber agredido a manifestantes indígenas, ajenos a la gavilla correísta, entrando incluso a las universidades donde pernoctaban. Rechazo y repudio a esa acción execrable de la fuerza pública que vulneró no solo Derechos Humanos de los manifestantes sino la autonomía universitaria. Otra vez, creíamos superados esos tiempos, pero evidentemente no.

El responsable de fondo este momento es el Gobierno por dos razones muy claras. Uno, haber lanzado medidas neoliberales de ajuste sin haber pensado en otras opciones, que sí existen. En lugar de quitar el subsidio al diésel, que es el combustible del transporte público y de los bienes de primera necesidad, se debería pensar en quitar gradualmente de circulación los carros a diésel, tendencia mundial, dada la contaminación que generan. Dos, haber pensado que tenía suficiente capital político para lanzarlas.

Evidentemente no lo tiene y ha estado al borde de caer; tuvo que llevar la sede de Gobierno a Guayaquil, muestra de debilidad política. Dar palo a los manifestantes, con excesos inaceptables es además muestra de autoritarismo, pero asustado. Se ha demostrado flaquezas enormes en el Gobierno. Se esperan rectificaciones de fondo, que al final es el país que sufre tanto devaneo y torpeza política.

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