La política del avestruz

Alejandro Querejeta Barceló
Alejandro Querejeta Barceló

La contienda electoral ha tenido como escenario el de la pandemia. Ciertos contendientes se refieren a ella y hasta han prometido “varitas mágicas” para superarla. Los futurólogos afirman que los trastornos sociales y políticos, y su impacto económico, se sentirán por décadas. En buen romance, esto significa que los próximos gobernantes tendrán que enfrentarla junto al paquete de calamidades que arrastramos desde décadas atrás.

Poco se habla del número de enfermos que, gracias al esfuerzo de un abnegado personal de salud, han sido dados de alta y volvieron a sus actividades habituales dentro y fuera de sus hogares. Médicos, enfermeros y enfermeras, laboratoristas y personal auxiliar que hicieron cuanto estuvo a su alcance para salvar vidas. Aun en riesgo de sus propias familias, no dejaron a sus pacientes olvidados. Abundan los terroríficos informes de los fallecidos y enfermos graves, y olvidan esta otra cara de la realidad.

La pandemia develó debilidades, fragilidades y fallos en la sociedad y la economía que nos hicieron muy vulnerables. El primero, que las inversiones en salud han sido insuficientes; que la educación, o la manera de formar a las nuevas generaciones, deja mucho que desear; que las desigualdades sociales, la brecha entre los que más tienen y los que menos, es groseramente pronunciada; que la “cultura de la pobreza” prevalece en todos los estamentos sociales, aunque nos dé vergüenza y practiquemos la política del avestruz.

Los candidatos proponen cambios y es bueno que así sea, pero es necesario que, papel y lápiz a la mano, se proyecten con la pandemia y sus secuelas a la vista. Sin que la economía se restaure y crezca, no hay los recursos suficientes para el sistema de salud, menos para que la educación sea realmente masiva y de calidad. El tiempo para “quitarse las máscaras” políticas está próximo a terminar. La tragedia que vivimos puede extenderse indefinidamente.

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