Hablando de igualdad

Manuel Castro

La explicación que se da a las últimas acciones violentas en Latinoamérica es por la desigualdad de sus sociedades, desigualdad de ingresos, de oportunidades, de educación Tal explicación es parcialmente cierta, cuando lo que se reclama es justicia y solidaridad, lo demás es casi utópico, pues como afirma Balzac: “La igualdad es tal vez un derecho; pero no hay poder humano que alcance jamás a convertirla en hecho”. Es por ello que la violencia, el vandalismo tienen su duración limitada porque no hay el reino de la igualdad.

Lo que se debe buscar es la igualdad ante la Ley, pues los hombres somos esencialmente diferentes. Siempre habrá jefes y subordinados, ya que no se concibe una sociedad sin aquellos, además que hay lo que se denomina “la carrera abierta de los talentos”, donde unos llegan primero y otros quedan postergados, sino insisten.

Sin embargo, hay que reconocer que muchos buscan la igualdad y aportan decisivamente en lograr disminuir las barreras que existen entre los hombres, pero hay más que únicamente esperan recibir sin aportar nada, ni esfuerzos, ni estudios, ni emprendimientos. En este grupo está el caldo de cultivo actual de los denominados socialismos. Como decía Spengler: “Se busca la sustitución de la calidad por la cantidad y de la capacidad odiada por el número”. Añadiría “por el número de votantes”.

En el Ecuador hay más capacidad para el reclamo violento o altanero, que amor por el libro, las ciencias, las artes, que exigen más tesón y entrega que realizar bochinches y algaradas. No es mucho pedir que la juventud sea serena y tranquila, sin dejar de luchar por la libertad y las injusticias, luchas que siempre la ha liderado, sin olvidar que transitoriamente la juventud, como es obvio, tiene dones prestados, el tiempo en especial que transcurre inexorablemente para todos.

A los hombres hay que estimarles en su estricto valor, en su preparación y en su ética, que es la mejor forma de practicar la justicia y combatir las evidentes e innumerables desigualdades, que en parte no solo son fruto de la indiferencia de los gobernantes sino la de los mismos hombres.

[email protected]

Manuel Castro

La explicación que se da a las últimas acciones violentas en Latinoamérica es por la desigualdad de sus sociedades, desigualdad de ingresos, de oportunidades, de educación Tal explicación es parcialmente cierta, cuando lo que se reclama es justicia y solidaridad, lo demás es casi utópico, pues como afirma Balzac: “La igualdad es tal vez un derecho; pero no hay poder humano que alcance jamás a convertirla en hecho”. Es por ello que la violencia, el vandalismo tienen su duración limitada porque no hay el reino de la igualdad.

Lo que se debe buscar es la igualdad ante la Ley, pues los hombres somos esencialmente diferentes. Siempre habrá jefes y subordinados, ya que no se concibe una sociedad sin aquellos, además que hay lo que se denomina “la carrera abierta de los talentos”, donde unos llegan primero y otros quedan postergados, sino insisten.

Sin embargo, hay que reconocer que muchos buscan la igualdad y aportan decisivamente en lograr disminuir las barreras que existen entre los hombres, pero hay más que únicamente esperan recibir sin aportar nada, ni esfuerzos, ni estudios, ni emprendimientos. En este grupo está el caldo de cultivo actual de los denominados socialismos. Como decía Spengler: “Se busca la sustitución de la calidad por la cantidad y de la capacidad odiada por el número”. Añadiría “por el número de votantes”.

En el Ecuador hay más capacidad para el reclamo violento o altanero, que amor por el libro, las ciencias, las artes, que exigen más tesón y entrega que realizar bochinches y algaradas. No es mucho pedir que la juventud sea serena y tranquila, sin dejar de luchar por la libertad y las injusticias, luchas que siempre la ha liderado, sin olvidar que transitoriamente la juventud, como es obvio, tiene dones prestados, el tiempo en especial que transcurre inexorablemente para todos.

A los hombres hay que estimarles en su estricto valor, en su preparación y en su ética, que es la mejor forma de practicar la justicia y combatir las evidentes e innumerables desigualdades, que en parte no solo son fruto de la indiferencia de los gobernantes sino la de los mismos hombres.

[email protected]

Manuel Castro

La explicación que se da a las últimas acciones violentas en Latinoamérica es por la desigualdad de sus sociedades, desigualdad de ingresos, de oportunidades, de educación Tal explicación es parcialmente cierta, cuando lo que se reclama es justicia y solidaridad, lo demás es casi utópico, pues como afirma Balzac: “La igualdad es tal vez un derecho; pero no hay poder humano que alcance jamás a convertirla en hecho”. Es por ello que la violencia, el vandalismo tienen su duración limitada porque no hay el reino de la igualdad.

Lo que se debe buscar es la igualdad ante la Ley, pues los hombres somos esencialmente diferentes. Siempre habrá jefes y subordinados, ya que no se concibe una sociedad sin aquellos, además que hay lo que se denomina “la carrera abierta de los talentos”, donde unos llegan primero y otros quedan postergados, sino insisten.

Sin embargo, hay que reconocer que muchos buscan la igualdad y aportan decisivamente en lograr disminuir las barreras que existen entre los hombres, pero hay más que únicamente esperan recibir sin aportar nada, ni esfuerzos, ni estudios, ni emprendimientos. En este grupo está el caldo de cultivo actual de los denominados socialismos. Como decía Spengler: “Se busca la sustitución de la calidad por la cantidad y de la capacidad odiada por el número”. Añadiría “por el número de votantes”.

En el Ecuador hay más capacidad para el reclamo violento o altanero, que amor por el libro, las ciencias, las artes, que exigen más tesón y entrega que realizar bochinches y algaradas. No es mucho pedir que la juventud sea serena y tranquila, sin dejar de luchar por la libertad y las injusticias, luchas que siempre la ha liderado, sin olvidar que transitoriamente la juventud, como es obvio, tiene dones prestados, el tiempo en especial que transcurre inexorablemente para todos.

A los hombres hay que estimarles en su estricto valor, en su preparación y en su ética, que es la mejor forma de practicar la justicia y combatir las evidentes e innumerables desigualdades, que en parte no solo son fruto de la indiferencia de los gobernantes sino la de los mismos hombres.

[email protected]

Manuel Castro

La explicación que se da a las últimas acciones violentas en Latinoamérica es por la desigualdad de sus sociedades, desigualdad de ingresos, de oportunidades, de educación Tal explicación es parcialmente cierta, cuando lo que se reclama es justicia y solidaridad, lo demás es casi utópico, pues como afirma Balzac: “La igualdad es tal vez un derecho; pero no hay poder humano que alcance jamás a convertirla en hecho”. Es por ello que la violencia, el vandalismo tienen su duración limitada porque no hay el reino de la igualdad.

Lo que se debe buscar es la igualdad ante la Ley, pues los hombres somos esencialmente diferentes. Siempre habrá jefes y subordinados, ya que no se concibe una sociedad sin aquellos, además que hay lo que se denomina “la carrera abierta de los talentos”, donde unos llegan primero y otros quedan postergados, sino insisten.

Sin embargo, hay que reconocer que muchos buscan la igualdad y aportan decisivamente en lograr disminuir las barreras que existen entre los hombres, pero hay más que únicamente esperan recibir sin aportar nada, ni esfuerzos, ni estudios, ni emprendimientos. En este grupo está el caldo de cultivo actual de los denominados socialismos. Como decía Spengler: “Se busca la sustitución de la calidad por la cantidad y de la capacidad odiada por el número”. Añadiría “por el número de votantes”.

En el Ecuador hay más capacidad para el reclamo violento o altanero, que amor por el libro, las ciencias, las artes, que exigen más tesón y entrega que realizar bochinches y algaradas. No es mucho pedir que la juventud sea serena y tranquila, sin dejar de luchar por la libertad y las injusticias, luchas que siempre la ha liderado, sin olvidar que transitoriamente la juventud, como es obvio, tiene dones prestados, el tiempo en especial que transcurre inexorablemente para todos.

A los hombres hay que estimarles en su estricto valor, en su preparación y en su ética, que es la mejor forma de practicar la justicia y combatir las evidentes e innumerables desigualdades, que en parte no solo son fruto de la indiferencia de los gobernantes sino la de los mismos hombres.

[email protected]