Los “tumba puertas”

Parece que volvió y en tiempo de pandemia, la modalidad de robo y extorsión, que en su momento fue conocida como “tumba puertas”. Recordemos que los delincuentes entraban a cualquier lugar (a patadas) para llevarse todo, amenazar a las víctimas con hacerles más daño si se les ocurría denunciar. En el siglo XXI, los tumba puertas se disfrazan de políticos, administradores y burócratas para entrar a golpes y patadas a los hospitales o cualquier institución del Estado y llevarse todo. Incluso, amenazan con volver, metafóricamente, hablando. La diferencia es que antes las bandas delictivas se iban a pie y ahora se alejan volando en avionetas desde las pistas clandestinas.

Las noticias acerca de los tumba puertas están a la orden del día y ocupan la mayoría de tiempo y espacio en los medios. Parecería que ya tienen una sección fija. En esta serie inacabable y con libreto de novela de terror, la disputa por el protagonismo es evidente, pues resulta que mientras se conoce más de la corrupción hay implicados por doquier, agnados y cognados. El primer lugar entre los corruptos es bien disputado. En otras palabras, estamos atravesando un estado de descomposición social porque la desfachatez se ha convertido en un código de comportamiento naturalizado.

La sucesión de hechos en contra de los implicados por corrupción sobrepasa cualquier pesadilla. No hay en el registro histórico de este país, una época en la cual se haya visto tanta putrefacción junta. Y no me digan que esto se explica debido a la irrupción de las redes sociales, las telecomunicaciones y las tecnologías de la información. Es, más bien, la acumulación de la permisividad ciudadana contra los corruptos, la desfachatada impunidad, la incapacidad de contar con un sistema de justicia estable, fuerte, respetado y meritocrático, y la maldita viveza criolla, en la cual “el vivo vive del tonto y el tonto de su trabajo”.

A puertas de un nuevo proceso electoral, cuidemos el voto para que no se cuelen en las listas de los partidos un conjunto de tumba puertas que pretenden succionar lo poco que nos queda para volver a empezar.