Una horrible tentación

En épocas de campaña hay una presencia, siempre peligrosa, de una feria de ofertas, muchas de ellas absurdas, pero que son acogidas por un electorado ansioso de soluciones mágicas, como que los candidatos tuvieran una especie de varita mágica con la que apuntarían a soluciones totales e inmediatas.

Desde que la dolarización se implantó en el país, como una solución frente al mal manejo económico, a las crisis continuadas y frente a la hiperinflación en la que habíamos caído, ha existido una especie de consenso en la necesidad de mantenerla.

Sin embargo, en estos últimos tiempos, más bien dicho desde que el socialismo del siglo XXI se hizo presente en el país, ha sido constante el escuchar hablar en contra de la dolarización, como que en ese sistema radicaran los problemas económicos del país.

También en las presentes elecciones, con la proliferación de candidaturas que tenemos, hay por ahí, algunos de ellos, que, seguramente no tienen mucho que decir, ni soluciones reales que plantear, y hablan, a veces de manera frontal y otras solapada, de acabar con la dolarización.

Se pretende que con el establecimiento de una moneda nacional, se inyectarían recursos a la economía. Y claro que sí, emisión inorgánica, sin respaldo, que nos haría rápidamente caer en un abismo espantoso, en el sistema de devaluaciones y de malos manejos que ha conducido por ejemplo a la quiebra de una economía otrora poderosa como la venezolana, y que lleva por el mismo derrotero a la Argentina.

La prudencia nos indica y también la experiencia, que la economía dolarizada ha sido el único freno que en la década perdida evitó la crisis y el caos total.

No podemos caer en los cantos de sirena que quieren inducirnos a una desdolarización que sería el peor escenario para los ecuatorianos.

Lo que deben plantear los candidatos serios y prudentes, son mecanismos reales de reconducción económica, de manejo adecuada de las finanzas públicas, estímulo a la producción, atracción de capitales, sobre todo para áreas claves como la agricultura, así como propender a la tecnificación de los diversos sectores y sobre todo a la permanente capacitación de los recursos humanos, que son lo más valioso con lo que cuenta el país.