Vacuna ideológica

El combate a la pandemia ha evidenciado los problemas de los gobiernos autoritarios y las ventajas de la democracia.

En países aburridos como los europeos, los norteamericanos y algunos latinoamericanos, no hubo misiones ultra secretas para hablar con laboratorios, ni tanto despliegue de prensa para recibir a la vacuna Pfizer, que llegó como carga en vuelos comerciales.

En Ecuador me inscribí ya para recibirla. Se aplicará masivamente en pocas semanas, dando prioridad a quienes tenemos bastantes años y dolencias que acrecientan nuestro riesgo. Fue una gestión eficiente del ministro de Salud, Juan Carlos Zevallos. No se tuvo que tocar un Alphorn en el aeropuerto, ni manejar redes secretas de información. Simplemente compró en el mercado la mejor vacuna existente.

Desde el sentido común, no parecen reales las dificultades que encuentran los científicos del gobierno argentino para usar la Pfizer.

El fanatismo ideológico convirtió el vuelo de la Sputnik V en algo sobrenatural. Si gobiernos normales trabajan con eficiencia y no con hechizos, vale preguntarse ¿por qué Argentina está en la lista de países que han comprado la vacuna rusa con Venezuela y la Bielorrusia de Alexander Lukashenko? Argentina cambió de vecinos, de la lista de países de hace un año, con los países más avanzados de la tierra, a una lista de obscuras tiranías.

Dirigentes que no fueron de izquierda cuando existía la izquierda, creen que hacer tratos con el gobierno de Putin les hace revolucionarios.

El gobierno argentino dice que Pfizer pidió cosas inaceptables que impidieron llegar a un acuerdo. ¿No sería bueno que diga qué cosas pidió Pfizer a Argentina? Es inexplicable que Argentina no cuente con una vacuna seria y compre una que no protege a la población de riesgo, en aras de la solidaridad con una revolución proletaria que desapareció el siglo pasado.