Pura demagogia

Resulta inconcebible que un mamotreto de político aspirante a la presidencia de la República lance su insolente pretensión de gobernar de 20 a 50 años con el fin de institucionalizar un régimen autoritario y mantener al pueblo sometido a sus humillantes caprichos, bajo un poder omnímodo y brutal envuelto en la palabrería insulsa y la visión fantasmagórica de un esplendoroso porvenir que nunca llega.

Sin embargo, su ambición es manifiesta para gobernar, como en la Cuba de los herederos de Fidel Castro, la Nicaragua de Daniela Ortega y la Venezuela de Hugo Chávez, ahora bajo la dictadura del maníaco Maduro. ¿Es necesario mencionar que en este tipo de gobiernos no hay elecciones libres, porque no dan cabida a la democracia?

Este candidato, considerado como doméstico al servicio del director de la orquesta sinfónica de la corrupción, maneja una verborrea insulsa y mentirosa, con matices de títere obediente al titiritero- jefe de la ‘Robolución ciudadana’.

Este títere se ha declarado minero y pretende convencer al pueblo ecuatoriano de que puede solucionar el problema económico del país, sacando la ínfima cantidad de oro existente en los teléfonos celulares del territorio nacional: “¡qué cosa más grande chico!” dijo ‘Tres Patines’. Considero que esta propuesta vale estudiarla como locura o estupidez, entonces nos preguntamos qué clase de presidente tendríamos.

Es grave, también, que ofrece comprar el voto de un millón de ecuatorianos a mil dólares cada uno. Con falta de sentido común, sueña con traer millones y millones de dólares que supuestamente están en el exterior; dólares que, según él, son de los ricos y del Estado ecuatoriano, sin presentar una sola prueba de su existencia.

Las próximas elecciones constituyen un ejercicio vital democrático, que conlleva la responsabilidad de salir del marasmo en que nos dejó el socialismo siglo XXI y hoy tenemos la responsabilidad única de salvar al país de la hecatombe si acaso llegamos a equivocarnos al elegir presidente de la República.