La vida y la muerte

P. Luis Alfredo León Armijos

Las realidades marcan el ritmo del pensar y del actuar, la verdad de la vida presenta constantemente el dilema del hombre la vida enfrentada con la muerte, es la dominante irreversible de todo lo que existe. Es elemental el vivir perennizar eternizar nuestro yo, cuidando la salud, el bienestar, evitando los peligros que amenazan la vida, la pregunta sobre la vida se traslada a la pregunta sobre el futuro de la humanidad, que nos va a pasar, que es lo que nos espera después de la muerte, necesitamos saber a ciencia cierta, que hay después de la muerte. Lo que nos lleva a preguntar sobre los testimonios de alguien que haya vuelto de la muerte, que se haya levantado de la tumba y nos diga que es la vida después de morir, un muerto resucitado seria la totalmente otra forma de ver la muerte. Esta noticia es la que impacto hace dos mil años a un grupo de amigos que defraudados por la decepción y la tristeza no se imaginaron ver y creer que hay vida después de la muerte, empieza así la historia de los seguidores inmortales, que viven del resucitado. Hoy la liturgia nos narra el comienzo en el encuentro del sepulcro vacío, no está muerto Jesús se ha levantado para ya no morir Juan 20,1-9. Se describe el sensacional descubrimiento en pleno inicio del día de María Magdalena y así se entera que empieza a correr la noticia en la comunidad a la cabeza Simón Pedro con el discípulo amado, es el triunfo de la vida sobre la muerte. Es el triunfo del Único Señor que ha logrado cambiar para siempre la historia. También nosotros podemos ver y creer, en el resucitado y descansar de toda angustia y miedo. Dice S. Gregorio de Nisa “El verdadero reposo del Sabbat, el que ha recibido la bendición de Dios, el que vio al Señor reposar de sus pruebas, después de haber celebrado su victoria sobre la muerte para la salvación del mundo, termina ahora. La gracia de este día se ha manifestado a nuestros ojos, a nuestros oídos, a nuestro corazón. Hemos celebrado una fiesta por todo lo que hemos visto, por todo lo que hemos oído, por todo lo que nos ha llenado de alegría. ¿Qué hemos visto? El brillo de las antorchas que llevábamos en la noche como una nube de fuego. Durante toda la noche hemos oído resonar los salmos, los himnos y los cánticos espirituales. Era como un río de alegría que pasaba, a través de nuestros oídos, a través de nuestra alma, llenándonos de felices esperanzas”. (O)