El ideal bolivariano

Lo cuestionable de la visión neoclásica es el doble discurso que utilizan las potencias industrializadas.

Giovanni Carrión Cevallos

Los adalides de la globalización neoliberal plantean la crisis del Estado-nación y con ello la necesidad de flexibilizar el concepto de soberanía, afectado, como dice David Held, por redes de poder que trascienden los límites territoriales, especialmente a través de leyes supranacionales, ingerencia de las transnacionales y organismos multilaterales, ONGs, los procesos de autonomía, entre otros.
El Nuevo Orden Internacional (NOI), en unos casos profundizó y en otros dio cabida a diferentes acciones, fenómenos y problemas de connotación global como por ejemplo, el terrorismo; narcotráfico; fundamentalismos de diverso tipo; efecto invernadero; propagación de crisis financieras motivadas por la especulación y la mercadolatría desnudada últimamente con los pati-videos; las autopistas de información, entre otras, que han incidido en la capacidad de maniobra de los gobiernos nacionales.
Sin embargo, lo cuestionable de la visión neoclásica es el doble discurso que utilizan las potencias industrializadas, encabezadas por los Estados Unidos, para explicar y manipular ese tema. En efecto, la exigencia de cesión de soberanía se aplica en una sola vía: del centro hacia la periferia, así como la perversa intención de hacernos creer que el Estado-nación ha perdido toda facultad para controlar lo que sucede al interior de sus fronteras.
En ese sentido, el utilitarismo smithiano apunta a señalar que el mejor Estado es el Estado mínimo, dedicado a proteger, exclusivamente, los derechos individuales y la propiedad privada de la gente y a intervenir, si es el caso, en aquellas áreas de poco interés para el empresario particular.
Así planteado, el Nuevo Orden internacional ha favorecido el acrecentamiento demencial de las desigualdades económicas y sociales, reflejado, en palabras de Samir Amin, en el “apartheid global”, así como en la agudización de la pobreza e indigencia en niveles ofensivos a la condición humana.
De ahí que sea fundamental por parte de los países en vías de desarrollo, ejercer el contrapeso necesario a fin de no solamente resistir a la embestida brutal del neoliberalismo sino también de reformar al capitalismo.
Y que mejor para ello que retornar el sueño de Bolívar, esto es construir la nación de naciones más grande del mundo: Latinoamérica unida.
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