Ellos nacen, crecen y viven a la voluntad de Dios. Su hogar es la calle. Después de recorrer los basureros en busca de algo que les pueda alimentar descansan en su duro y frío asfalto, en la vereda de alguna calle de la ciudad o en los parques, abrigados con la esperanza y sin saber si mañana talvez al cruzar la calle un vehículo los arrollará y su vida terminará, así es la vida de los perros de la calle.
Viven solos y no tienen amo a quien, cuando llegue al hogar, moverle la colita y cuidar su casa a cambio de caricias y de un poco de comida.
Al no poseer un propietario, estos canes no son vacunados y al pasar en la calle y en los basureros contraen enfermedades hasta que termina su tránsito por la vida.