Con las barbas en remojo

La presidenta de Brasil Dilma Rousseff, suspendida en mayo por autorizar gastos a espaldas del Congreso, con el que se negó a dialogar y postergar pagos a la banca pública para mejorar las cuentas y seguir financiando programas sociales en 2014 y a inicios del 2015, además de provocar recesión, inflación y despidos; fue destituida por el Senado, por 61 votos en contra 20, este miércoles pasado. El poder lo asumió de forma definitiva su exvice Michel Temer, hasta el 2018.

La destitución de Rousseff era algo esperado, aunque recordó que presidentes anteriores usaron esas mismas prácticas; “argumento” que esgrime varias veces el gobierno ecuatoriano. Crisis agudizada con la investigación sobre sobornos multimillonarios en la petrolera estatal Petrobras. Hace nueve meses mantiene en vilo a la mayor economía de América Latina, en vías a su peor pérdida de riqueza en 80 años y que tiene a los principales partidos y más de la mitad del Senado, enfangados en la corrupción.

En su primera presidencia pudo haber pasado como paradigma para América y el mundo. Pero la continuidad en el poder trastorna y corrompe al género humano hasta convertirlo en sujeto abyecto de sus propias perversiones e inocultables traumas de personalidad. Algún trasnochado politiquero “neorevolucionario” dirá que son consignas del imperialismo yanqui o de la ultraderecha del Brasil; cuyas prácticas realizadas en nuestro país son iguales o peores de la partidocracia.

El mandatario ecuatoriano antes de retirar a su representante diplomático en Brasil, debió recordar los convenios internacionales de no intervención en ningún país democrático. Por actos de corrupción está procesada Cristina Fernández expresidenta de Argentina, ahora le correspondió a Brasil. La ciudadanía intuye quienes serán las próximas decapitaciones políticas mañana…! (O)