Sonrisa de hiena

César Eduardo Briceño Toledo

Los caudillos son todos iguales cuando se les da poder, que les concedemos, muchas veces, irresponsablemente con nuestro voto. Sin esta franquicia solo serían personas comunes, presos de sus aberraciones inconfesables. Su principal identificación es su sonrisa de hiena. Todos conocemos a la hiena, ese animal carroñero, con sus alaridos parecidos a la risa humana. Son mentirosos contumaces que persiguen el poderío.

¿Acaso esa sonrisa de hiena no la tuvo Rafael Correa, cuando con insolencia desdeñaba el criterio de la oposición y desgarraba los periódicos ante un grupo de burócratas serviles durante la hora sabrosa de los sábados? También reían Ricardo Patiño, Alex Mera, Gabriela Rivadeneira, Galo Chiriboga, Fernando Cordero, Ramiro González, y otros más. Que a través de sus actos causaban la podredumbre del alma de la república.

El “capo di tutti capi” que lo llamó Hernán Pérez, exigía lealtad absoluta para él no para la patria. No admitía ni siquiera un gesto de la ciudadanía indignada que empezó a entender sobre la descomposición moral del país. Se detenía intempestivamente para amenazarlos con la cárcel. Cuando designó una veeduría para que investigue el “affaire” de su hermano, Fabricio Correa, en los contratos con el estado; Pablo Chambers y Gerardo Portillo, confirmaron que sí tuvo contratos con el Estado por 657 millones de dólares, con el perjuicio público de 140 millones, que conoció el mandatario. Fueron sentenciados a un año de prisión por “falso testimonio”.

Durante diez años la prensa denunció el atraco nacional. Según Reporteros sin Fronteras, en 2017 fueron asesinados 65 periodistas; 326 se encuentran encarcelados y 54 están secuestrados. Cuando el ‘contable de Auschwitz’, el alemán Oskar Gröning, murió a los 96 años, condenado a cuatro años de cárcel en 2015, dijo tardíamente que «nunca he hallado la paz interior». Como seguramente ocurrirá con estos sátrapas que siguen sonriendo como hienas políticas en exterminio. (O)