Incapacidad física no obstaculiza la superación humana

La jornada como betunero la inicia a las 8h00 y para llegar a la esquina de la Joaqu Pinto y Amazonas hay que «bajar rodando» explica JosSantos, un hombre de 43 as oriundo de Esmeraldas.
A primera vista el carter carismico y hablador del betunero se gana la admiraci y confianza de muchos transetes. El ser conversador y preocuparse de como va el d de aquellos que se sientan para limpiar sus zapatos es la mejor manera de atraer a la clientela: «Esta alegr me ha hecho ganar amigos», confiesa don Jos que sonriendo nos corrige «para los amigos Pep».
Sin embargo, no todo es alegr en su vida, «hay tanto que contar», suspira. Por eso frunciendo el ce y bajando la voz -como si no quisiera que muchos escuchen- empieza:
«Un carro me destrozlas piernas», dice, al tiempo que se toca el muslo derecho, «esta la perd; despu mira la izquierda, «esta tampoco me sirve». Por eso, cuando Pep habla de «mis ruedas» se refiere a la silla que lo acompa desde hace 15 as, cuando fue vtima de un accidente de trsito. Desde entonces, la silla mecica es para piernas y motor; betunar los zapatos de la gente es un aliciente, «significa que soy il y estoy vivo».

Consecuencias dolorosas

Pep cree que debihacer algo en su vida pasada, «sino porque tantas penas?». Tras el fatal accidente, a las graves secuelas se sumla reproducci de un tumor en la pierna izquierda, «como crecirido me la cortaron». Despu, se produjo el abandono de su familia, «a veces llaman mis hijos, pero mi mujer sme olviddel todo», manifiesta.
En tales circunstancias «y vidome solo me arrastrhasta la capital». Una vez en la ciudad, Pep se puso en contacto con la fundaci Soldanera, ubicada en La Gasca, «ahcon ayudas y donaciones consegula silla de ruedas», recuerda el betunero; desde entonces, hace m de ocho as, vive en la fundaci.
Sin embargo, al poco tiempo de instalarse en Quito, otro tumor se reprodujo en su cuerpo, esta vez en el hombro izquierdo. Efectivamente, el notorio bulto que sobresale del overol azul del peque betunero confirma la versi: «El tumor crece y la gente se asusta», asegura Pep.

Sin cansarse de agradecer a Dios

Pese a todos los infortunios, Pep esta convencido que frente a la vida es necesario el optimismo. Por eso, dice que hay que sonrele a todo y no cansarse de agradecerle a Dios por cada d «bueno o malo, no importa».
Y a pesar de tantos impedimentos el betunero repite que so quiere vivir un d m «no estoy listo para irme… todav no».
Su sue se dibuja entre una esperanza que le permita seguir en esta tierra «con mi gente… mis amigos» y la oportunidad de operarme de este tumor. Por eso, entre slicas, Pep pide que alg hospital en la capital se haga cargo de su caso: «So necesito un poquito de ayuda», repite el buen betunero, mientras cepilla el timo par de zapatos.
Ya es cerca de las 17h00 Pep junta sus materiales, sube en la silla y llama a los amigos del sector. Entre tres o cuatro hombres le ayudan a guardar el asiento de bolear y los betunes en una bodega cercana.
El betunero toma impulso y empieza la cuesta hacia la avenida Amica; mientras se aleja, sonr y dice: «Yo sque todav tengo esperanza».

OPTIMISMO

-Primero un accidente le destroza las piernas, ahora un tumor sobresale en su hombro derecho, pero Pep, el betunero de Joaqu Pinto y Amazonas, enfrenta la vida con optimismo.

-Personas con incapacidades ficas tienen notable capacidad de convivencia y sobrevivencia, por lo que la sociedad tiene mucho que hacer por ellos en todos los sentidos.