Don burro

Adolfo Coronel Illescas

Hace pocos días se denunció que un “arriero loco”, posiblemente aburrido, le cayó a palazos a un representante de la humildad, la obediencia, la paciencia y el trabajo, a un burro o asno, por haberse desplomado en media vía tras no soportar el peso de la caña que su propietario le cargó en el lomo, ignorando que el asno solo puede cargar entre el 20% y el 30% de su peso corporal. La denuncia no pasó de ser una transitoria noticia.

El maltrato a este personaje rural no es nada nuevo si consideramos que el burro fue domesticado 5 mil años antes de Cristo. Cristóbal Colón trajo en su expedición de 1495 cuatro burros machos y dos hembras. Dicho animal se propagó tanto por ser inteligente, cauteloso, amistoso, leal y juguetón, hasta ser declarado Patrimonio de la Humanidad. Increíblemente a ciertos políticos y politiqueros no les gusta la comparación ni los tonos del rebuzno, a pesar de las burradas que dicen y hacen, tal vez porque el burro con una carga de referencias culturales especialmente en la iconografía cristiana, ha sido también símbolo de la ignorancia, la pereza y la holganza. Desconociendo que el animal que simboliza al Partido Demócrata de los Estados Unidos es un burro, frente al elefante del Partido Republicano. En Venezuela donde un señor se cree el Estado, lo compararon con el burro. ¡Pobre burro!

Según Aristóteles, el humano es “un animal político”, por eso hay animales propiamente dichos (no políticos), animales políticos y políticos no tan animales. Aquello justifica que en el juego político del 2013 un movimiento social candidatizó a Don Burro a la Asamblea Nacional, el Consejo Nacional Electoral (CNE) no quiso inscribirle. Sin embargo, esta iniciativa recibió un reconocimiento en Estados Unidos, desde la perspectiva del mensaje con ingenio y travesura, figurando al país donde hoy por hoy se dificulta castigar a quienes disfrutaron de la expresión “Asno con oro, alcánzalo todo”.

Como somos parte de una cultura que apunta al exceso de atención, hay que sincerarse para que las autoridades y los defensores de los animales actúen. Es atentatorio forzar a un animal a hacer algo que contradiga sus propios instintos; y teniendo una larga reputación merece Don burro respeto, no lamentos ni compasión. (O)