Defensa

MIGUEL ÁNGEL RENGIFO


Yo no sé de cierto pero esto del parricidio como consecuencia dialéctica me sorprende, no se puede tolerar como a razón de ocupar espacios y aparecer como defensores del arte o en la denominación de “gestores” las labores y el oficio de la cultura denigren la institucionalidad con excesos, irrespetos e incongruencias, incluso con insultos.
Una revuelta -más cultural que política- una posición distinta en el momento trascendental ante una ley equívoca, desprovista de sintaxis, una imposición donde el gran sueño esta vulnerado a otorgarlo a la tecnocracia, o peor al oportunismo por creerse que acá de este lado es fácil y se ilusiona mucho.
Sobre esa premisa que nos asiste la historia muchos nos preguntamos si la desfachatez de minimizar, incluso insultar o demoler la representatividad de quienes a su tiempo fueron los representantes de la Casa de Carrión en el país y de manera general en la provincia, de que respeto se habla.
Acaso la gestión, la erudición en soletas de “algunitos” puede minimizar el altruismo, la entrega y el afecto más férreo para la entidad de la Cultura en el Ecuador, por citar al azar nombres y “colectivos”, como ahora los llaman, la figura de intelectuales que entregaron su esfuerzo, trabajo, lealtad y creación a favor de la cultura nacional merece otro reconocimiento que el respeto mínimo.
Figuras públicas como el mismo Cajiao Enríquez desecharon –en su tiempo- esa posibilidad con indiferencia o como un asunto incómodo en la naciente institución cultural en la provincia, pensada en la razón de que la cultura es lo que nos puede diferenciar del resto del mundo; y no como hasta ahora desmerecer la axiología, el compromiso y la consecuencia hay que defender la institucionalidad como se pueda.