En vida

En Madrid, Isidoro Valcárcel Medina se hizo acreedor al Premio Velázquez de Artes Plásticas 2015, una vez que se valoró su brillante trayectoria de más de medio siglo. El galardón viene acompañado de cien mil euros, es por eso que dicho artista declaró su beneplácito por este honor, por la cantidad de dinero que “premia su vejez”, expresó.


Merece comentario especial la frase de tan destacado murciano, en vista de que entraña algo que debe aplicarse no solo en el campo de las artes plásticas sino también en el de las letras. No han sido escasos los creadores intelectuales que han fallecido incluso en la miseria.

La gloria les llegó de muertos, lo que de nada vale para ellos una vez que bajaron al sepulcro, inclusive siendo víctimas de premeditado olvido. En vida debe haber este tipo de reconocimientos para el beneficiario, de lo contrario los homenajes post mórtem guardan poco contenido de autenticidad y efectividad.


En nuestro medio, se ha suprimido la pensión vitalicia, a partir del presente año, para los ganadores del Premio Espejo, no así para los de los años anteriores. Me solidarizo con el pedido de la Casa de la Cultura que se orienta a que se acabe esta inequidad y con estas reflexiones de la misma y representativa institución:

“La pensión referida es más necesaria para quienes, sin tener la protección del Seguro Social, o teniéndola en proporciones de increíble limitación o sin jubilación, han llegado a una edad en la que no pueden trabajar para ganar su sustento y están llamados a dedicar los años que les quedan a contribuir a la difusión de los valores espirituales”.
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