Meritocracia

Esta palabra se usa para afirmar que ahora en el servicio público están los que tienen méritos para ello y no por meras circunstancias domésticas, familiares, amistades, palancas o influencias.

Deberíamos entender, además, que significa que quienes van a ocupar un cargo público cumplen con los perfiles mínimos pertinentes para al puesto que asumen, esto quiere decir que cuentan con conocimientos especiales para desarrollar su trabajo de manera eficiente y eficaz, más allá de la calidez y buen trato que merece el usuario.

Sin querer generalizar que es indispensable el título profesional para todo, nadie puede dudar que en las direcciones y jefaturas de servicio público es menester contar con el aval académico requerido para quienes van a liderar esos servicios y según la naturaleza del cargo. Sin embargo, con seguridad podemos señalar que no se han superado aquellos esquemas de la vieja política, llámese partidocracia o como a cada quien se le ocurra, de conseguir sin mayor esfuerzo, por coyunturas o coincidencias personales, familiares y políticas, cargos públicos, sin importar el conocimiento y capacidad específicos que se tengan para el ejercicio concreto en dichas funciones.


No es lo mismo que el jefe o funcionario superior ejecute las cosas por su propia iniciativa y conocimiento, por su preparación técnica y profesional, que esté llamando a cada momento a asesores para que le orienten en algunas decisiones y que precise de alguien a su lado permanentemente para no cometer errores y asumir decisiones. La desorientación, el extravío, el sentirse perdido por no saber qué hacer, es producto de no conocer directamente la parte técnica, es decir no contar con el aval profesional que solamente el estudio lo otorga.


Bien dice el pensamiento social de un ser humano anónimo: “El primer acto de corrupción que un funcionario público comete es aceptar un cargo para el cual no tiene competencias necesarias”.