La cultura encajonada

Adolfo Coronel Illescas

El 15 de enero de 2007 el panorama de la cultura ecuatoriana proyectaba un cambio para bien. El presidente Rafael Correa creaba el Ministerio de Cultura y se pensaba que no puede existir un proceso revolucionario sin una revolución cultural. Han pasado ocho años y siete ministros en esta cartera, casi un ministro por año, y la revolución no llega, lo que hace pensar que para el Régimen resulta difícil trabajar con generosidad y amor por una nueva gestión cultural. “Parecería que el Ecuador también sigue endeudándose en este campo”.

En ocho años la revolución ciudadana no ha podido constituir una política cultural real. Dos proyectos de Ley Orgánica de Cultura hay en la Asamblea Nacional, descuidados, olvidados, sin darse cuenta que “contra la cultura nada puede el olvido, cultura es lo que queda cuando se ha olvidado todo”, según el criterio de Raúl Pérez Torres, presidente nacional de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, quien advierte que “la cultura como el arte en nuestro país, camina con sus propios pies”. Esto porque el Ministerio respectivo “está encajonando el arte y la cultura, sólo los usa en algunos eventos como aderezo de los mítines políticos”.

Como que estamos en contravía con la visión de uno de los promotores de la cultura del país, el lojano Benjamín Carrión, el verdadero socialista que carajeaba a los dictadores. “A los déspotas que viven apropiados de todos los poderes de los estados, obnubilados, azuzados por sus aduladores que no los dejan ver el bosque. Llevan a las masas al fanatismo, a la adoración de su imagen y a la aceptación de su abusivo poder, valiéndose de sistemas que someten a los gobernados al culto a su personalidad tiránica”. (Comentario de Oswaldo Paz y Miño al libro “La fuerza de la razón”-revista Artes).

La gestión del Ministerio de Cultura en estos años ha sido negativa, no se proyecta, al contrario encajona sus actitudes y se ha dedicado precisamente a invisibilizar a la cultura, según criterio de actores e intelectuales. No se da prioridad a la sensibilidad sino a la sensación. Así la cultura como “la gran potencia del Ecuador” nada bueno puede esperar, mientras siga atrapada en la ciega fidelidad verde que trata de convertir a los hombres en esbirros o incondicionales. (O)