Se le acabó la cuerda

La marcha ejemplar del movimiento indígena con apoyo nacional de los sectores populares, dejó en claro que la Revolución Ciudadana tiene de todo, menos pueblo para avanzar. Pero Rafael Correa es terco como los peores autócratas del siglo pasado.


El concepto de masas (pueblo), como todo en la vida, no es lo que aparenta. Detrás de la imagen de muchedumbre, cantidad, el concepto pueblo oculta un rasgo de calidad. Si un líder actúa con cien coidearios convencidos de sus ideales, está al frente de un pueblo; si otro actúa al frente de una masa heterogénea que mira con los ojos de su guía, está al frente de un rebaño. El pueblo está junto a su líder; el rebaño sigue a su flautista. Los primeros tienen los ojos abiertos y saben a dónde van, los segundos identifican la suerte del caudillo con la suya, van a dónde él los lleva.


Correa es un caudillo, lo dice la academia y el pueblo llano, pero tiene un rasgo que lo distingue de otros, Velasco Ibarra, por ejemplo, y es su conciencia de que las masas tienen una inclinación natural al socialismo. Armado de esa clarividencia se apropió del discurso de la izquierda para plantear la insólita tesis de que para hacer la revolución es necesario desarrollar más el capitalismo.


La izquierda “boba”, el centro progresista y, por supuesto, la oligarquía y el poder mundial, decidieron empujar esa locomotora; pero la marcha ejemplar de los indígenas y los sectores populares dejó claro que el pueblo es algo diferente del rebaño.


Después de esta marcha ¿se atreverá el caudillo a seguir cantando las canciones revolucionarias?, ¿a seguir ofendiendo al Che?, ¿inclusive a terminar sus discursos con el famoso ‘Patria o Muerte’ revolucionario?


Todo es posible, pero yo creo que se le acabó la cuerda.


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