Odioso

Varias creencias y el repetir en la calle, pomposamente cosas de las que ignoran todo, son elementos del diario convivir que distraen de lo verdaderamente (hasta el término verdad sufre una devaluación, felizmente siempre transitoria) importante.


Siempre o desde hace mucho tiempo he dudado de la religiosidad, la dicen profunda, de nuestro pueblo. Todo queda en pronunciamientos, elucubraciones. Lo visible y constatable es que nuestros sentidos ven santos (incluidos los laicos) y santurrones, y estos sí abundan. Fruto, en gran parte, de una buena educación confesional -los hermanos de La Salle- se asimiló, aunque después no se lo practique, la teoría, fundamentos y valores propios del catolicismo. Se puede entonces calibrar y opinar sobre la verdad interior que algunos proclaman y pregonan su fe mientras al mismo tiempo denigran y tratan, inútilmente de degradar a una persona; es una radiografía de la supuesta religiosidad.


Si un arzobispo es nombrado y consagrado por el Papa (sea Juan, Benedicto o Francisco), un funcionario estatal que se dice de misa y comunión frecuentes, no puede degradar a ese arzobispo a obispo, un efecto semejante sería si cualquier troll despistado dijera el sargento Correa refiriéndose al Comandante General de las Fuerzas Armadas. Y otra cosa, que cualquier católico practicante debe rechazar, es el odio rebosante en los momentos que no están de misa y comunión y olvidándose que la confesión con odio en la mente es inútil. Y la comunión con ese mismo odio es sacrílega. No pude evitarlo, en la calle tuve que soportar la admiración y aplauso por el progreso en la educación al cerrar escuelas pobres y con pocos alumnos y ahora hay verdaderos palacios.


Pero, ese alguien ignora que la educación sin salir de su estado anterior va en retroceso, así como lo oye, en retroceso. Por el horario de clase, seguimos pobres y del tercer mundo. Hay retroceso cuando de 20 a 25 alumnos por aula se vuelve a los 50 ó 60 de hace más de medio siglo. Hay retroceso cuando de 140 institutos técnicos se baja a 40. Según algunos, maravilloso. En las escuelas ya no se discute pero sí se aprende a odiar. Malos presagios.


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