Chicha de Joras

Los aborígenes comían diariamente maíz cocinado o tostado y manojos de papas. Variaban con fréjoles, altramuces, camotes, yuyos y berros salados y salpicados del suspirado ají, único condimento que los hacía llorar de gusto. Los antiguos paradójicos no se habían acostumbrado a comer carne porque no sentían ningún gusto. Nunca se habían planteado convertirse en vegetarianos, aunque sin saberlo ya lo eran. Sin embargo, crecían robustos y resistentes, y muchos llegaban a ancianos.

Los antiguos sobrios y laboriosos no pudieron resistir la tentación de beber la chicha de maíz. En los meses de junio comenzaban a beber hasta perder el juicio y se quedaban acostados inconscientes en los caminos. Nacían, envejecían y morían en los valles y montañas sin molestar a nadie. Como bondadosos y cándidos se habían convencido que todos los hombres eran agricultores como ellos.

La chicha de Jora de Cotacachi y del Yamor en Otavalo las cocinaban con maíz germinado y molido y sazonado con miel de panela, hasta el presente siglo globalizado. Los geólogos y antropólogos han encontrado cantidad de metates o batanes donde guisaban y consumían maíz en la comida y bebida.

El maíz a lo mejor es la única planta que el hombre puede cultivar en climas ardientes junto al cacao, el arroz, la caña de azúcar, el banano. También en los climas templados, templados-fríos y ríos, junto a la papa, la quinua, el altramuz, el melloco.

El cultivo del maíz no exige roturas profundas de la tierra. La semilla se arraiga y se levanta el tallo y nace la mazorca. El maíz defendió la vida. Se apoyaron cuatro culturas importantes de América: Azteca, Maya, Muisca e Incásica, y pequeños pueblos en las planicies altas de las sierras andinas, en las selvas amazónicas y llanuras costeras, en las pampas argentinas y en las llanuras patagónicas. En las mesetas de Imbabura el maíz fijó, igual que en otros lugares, un aumento de la población y en las múltiples y variadas expresiones de la cultura.