El nacimiento del pasillo

El 1 de octubre está marcado para celebrar el Día del Pasillo Ecuatoriano. Hace algún tiempo creía que este género tristón representaba el carácter afligido de los ecuatorianos. Aunque es triste, tiene el poder de hacer recordar que a finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX se conseguía el amor con serenatas.


En aquellas noches los músicos cantaban especialmente pasillos. Las letras hacían temblar a las almas femeninas. Si detenemos la observación encontramos en este género poemas que pueden ingresar a las antologías poéticas ecuatorianas. ¿Pero de dónde llegó el pasillo? ¿Cuando vino a alojarse en Ecuador?


En las guerras de independencia. Tienen que ver con los llaneros venezolanos que Simón Bolívar organizó par luchar por la independencia. Los soldados tenían un fusil y una guitarra, según el investigador Marco Chiriboga. El pasillo es nieto del lied alemán y del vals centro europeo. Esto parentescos los reconocen los investigadores Alejandro Meneses y los estudios de Pablo Guerrero y Juan Mullo.


El aire alegre del pasillo se bailaba con pasitos cortos. Por esto tomo el nombre de “pasillo”, “pasito”. La canción sentimental se combinó con el yaraví andino, bajó el tempo y se entristeció. En sus comienzos fue música para bailar, y sin letra. Tocaban al piano o con bandas de guerra, a finales de 1800. Desde 1870 se dieron dos modos del pasillo: uno brillante, de “salón”; y otro, popular, “callejero” tocado con guitarra.


Los primeros autores se formaron con músicos italianos en el Conservatorio. Después de la independencia hicieron música propia. Entonces cogieron el vals, que en el Perú era parte de identidad, y en Colombia se combinó con ritmos de los negros y se hizo bambuco.

En Ecuador se mezcló el vals con el yaraví y se creó una forma musical que caracteriza a Ecuador. Para recordar una pequeña lista, ahí los escuchamos pasillos de los compositores Carlos Amable Ortiz, José Ignacio Canelos, Marco Tulio Hidrobo, Armando Hidrobo, Carlos Brito, Francisco Paredes Herrera, Gilberto Proaño, Rubén Jaramillo, con versos propios y de los poetas Hugo Moncayo, José María Egas, Ernesto Noboa, Medardo Ángel Silva. Ahora no es indispensable comprar una botella de licor y consumirla copa a copa con el “Alma en los Labios” o “Al besar un pétalo”.