Ubicar el debate

El subdesarrollo mental se lo puede medir mejor si nos fijamos en lo que dejan de hacer las instituciones culturales de un país -incluida la Academia-, que en lo que dice la gente común. En fin, las ideas del pueblo son las que le transmiten sus instituciones. La Iglesia, el Ministerio de Cultura, la Casa de la Cultura, el sistema educativo en general, forjan las ideas del ciudadano.


Curiosamente, cuando se trata de buscar soluciones a los problemas, casi siempre resulta que es el pueblo, con su intuición, el que las encuentra, no así las instituciones del sistema que se enredan y nunca resuelven nada. Eso sucede porque nuestras instituciones ponen sus ojos en lo extranjero y no en lo que sucede al interior de nosotros mismos. Todo es mejor si es una copia de lo ajeno, nada es bueno si es fruto de nuestro propio esfuerzo.


Pero si este es un problema grave, peor es el que tenemos los ecuatorianos en el nivel político. Desde el pasado siglo no corren nuevos aires en este ámbito, se repite lo mismo y lo mismo. Reconozcamos, la derecha sí tuvo la lucidez de vestir con traje revolucionario a Rafael Correa; la izquierda, ni fu, ni fa, estancada como un lago muerto.


Ya es hora de ubicar el debate en su justo lugar. Sabemos que la derecha se une cuando ve amenazados sus intereses; la izquierda prefiere una hipócrita convivencia pacífica entre posiciones antagónicas.


La izquierda revolucionaria debe poner las cartas sobre la mesa. Eso significa debatir, no hay otro camino. Se debe saldar cuentas con el reformismo camuflado dentro de la izquierda y enfrentar a los “demócratas” disfrazados de revolucionarios. Si no se es capaz de sincerar las posiciones, le seguiremos dejando la puerta abierta a la derecha.


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