El tesoro

No es brillo, es relumbrón, juego de luces, efectos especiales que cada día desencantan más. Desgraciadamente, es una mayoría (olvídese del “somos más”) demasiado silenciosa. Volvamos a ver de qué tesoro se trata. Como no estoy hablando ni de Alí Babá ni de los piratas del Caribe, me refiero naturalmente al tesoro de RC.


Si el presidente es el tesoro de la RC, lo menos que podría hacer esta es utilizar “creativamente” (palabra puesta de moda en el conversatorio del último miércoles por la noche) y así evitar el empeño de las reservas de oro del Banco Central (que son del pueblo -masa imperfecta, incalculable y hasta maloliente para algunas narices sensitivas) o la venta adelantada del petróleo que extraeremos en los próximos cinco o diez años.


Y confiando en que el precioso tesoro nos sea de alguna utilidad y que no se convierta en una maleta de latón oxidado, daré mis primeras impresiones del tan difundido y programado conversatorio.


A mí, no me sorprendió, pero sí me dio pena. Como dirían los futboleros, cancha inclinada, árbitro vendido. Para el buen entendedor basta que se rectifique un dato para aceptar un parecer, pero simplemente negar el dato presentado sin razones, es triste y hasta ofensivo para el que va dispuesto a usar argumentos y defender su validez. Un no, porque no, es una ofensa no solo al impugnador sino a toda una audiencia más o menos informada.


Completando el bodrio tenemos a diputados que no responden preguntas, autoridades que prohíben contestar peguntas. Antes sabíamos que los asuntos de defensa eran reservados.

Ahora las sentencias, los decretos son reservados, los jefes prohíben hablar, los ministros prohíben hablar, el Presidente prohíbe hablar, lo único público (puag) es el menú presidencial en su visita a los mercados populares.

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