La crisis

La mayoría de ecuatorianos saben de la crisis económica. El Gobierno de la ‘Revolución Ciudadana’ está cargando una gigantesca contradicción: recibió 220 mil millones en ocho años, pero se endeudó más que las administraciones anteriores. Por supuesto, ni siquiera acepta la palabra “crisis”. De cada 100 ecuatorianos, 78 piensa que estamos en crisis.


¿Qué hacer frente a este problema? Primero, aprender a escuchar siete veces siete. Segundo, reconocer que la crisis no es únicamente económica, también está enraizada en el modelo de gobierno y la actitud prepotente y equivocada. Para desventura del país, el Presidente creyó que podía ser omnipotente manipulando los poderes del Estado. Consiguió controlar tres poderes antiguos y creó otros.


El poder Judicial está intervenido. El símbolo de una mujer vendada los ojos y con una balanza, no existe más. El poder Legislativo es un redil de ovejitas verdes. Quienes integran el poder Electoral pertenecen a la gallada de AP. La Contraloría está en manos de un ex Sociedad Patriótica, y se quedó bien cómodo. Participación Ciudadana y sus miembros están listos a obedecer.


El Presidente también es omnisciente, por tanto lo sabe todo. Lo demostró en el debate entre economistas que fue un show chusco. Los invitados fueron apabullados frente a la burla y la risa del Mandatario.


¿Por qué se ríe? ¡Incluso ríe cuando no hay ni una palabra de humor! En aquel show, no escuchó. La condición inteligente es buscar soluciones con los mejores especialistas en economía y ejecutar inmediatamente las posibles medidas. Si se alarga esta situación o se maneja políticamente, los bolsillos de la gente comenzarán a vaciarse, y se esfumarán las oportunidades de trabajo. Esta situación puede convertirse en un taco de dinamita social que puede explotar antes que el mismo Cotopaxi.


El Presidente es omnipresente, está en todas partes Se le observa en las sabatinas, en los medios de comunicación, hasta en la sopa. Esta es la razón por la que nadie quiere tomar ningún caldo. Se convirtió en un Dios de imagen y de papel. El país necesita un gobernante que escuche, humildes y sabio, con las puertas a la inversión, independice los poderes, la justicia y el control, y respete el pensamiento y la expresión. Por lo pronto el actual Gobierno se ha dedicado a escribir los capítulos finales de una historia de miedo y sumisión.