Burla insultante

Cuando los políticos de alguna Insula Barataria cualquiera rizan el rizo de sus proyectos, intenciones y propósitos por medio de avances y retiradas, de pasar del “donde dije digo digo Diego” al “mis palabras han sido sacadas del contexto”, malos tiempos se pronostican para la comunidad entera. Entre síes y noes, tal vez pero a lo mejor no, las circunstancias lo dirán…., casi siempre surge la muletilla salvadora para el demagogo baratario: “Si el pueblo me lo pide, me veré obligado a sacrificarme”, “Quién soy yo para oponerme a la voluntad popular”, “Es obligación de todo servidor de la Patria mantenerse fiel al proyecto”. Y así puede el amable lector recordar centenares de frases acuñadas al desgaire o lanzadas con premeditada astucia; todas ellas tienen y han tendido a marear la perdiz, a mantener a la parroquia embobada con juegos de palabras, con maniobras de mago de feria, ilusiones, espejos ocultos, dobles fondos semánticos y retóricos.


La parroquia más embelesada que el astado acude al trapo engañador durante meses; los llamados opositores abandonan como paralíticos mentales sus planes y sus estrategias para caer bajo el estoque certero de la palabrería rocambolesca, de los giros mediáticos, de los discursos sin contenido; todo ello adobado con la pimienta de supuestas consultas y de imaginarias “socializaciones”, trucos baratos para contentar a quienes ya vivían en el limbo del engaño consuetudinario; añagazas traperas para convencer a los ya convencidos y engañar a los incautos para sacarlos del camino adecuado.
Me voy, me quedo, me llaman, me despiden, anhelo servir, en mi dignidad doy un paso al costado; me voy a volver, me vuelvo a ir, me voy yendo para volver, vuelvo a volver volviendo de la ida y de la vuelta… El reino de las cantifladas, allí está el detalle.


Al final, tanto viento de voz solo ha servido para burlarse del pueblo soberano, para mostrar la más abyecta falta de respeto por ese pueblo a quien dicen representar y servir, pero al que solo se le otorga el papel de aceptar como buey imbécil el insulto y la risita sarcástica.


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