ESCUCHEN

Las personas que tienen el privilegio al acceso de la comunicación, se roban un pedazo de tiempo para dedicarlo a la lectura de los acontecimientos de la historia social. No solo es un privilegio, sino una obligación moral y social. La persona más informada tiene más posibilidades de leer correctamente la realidad local, nacional y el mundo. Los diarios nos dan la posibilidad de reconstruir esos hechos con nuestra imaginación y pensamiento.


¿Quiénes son los que desmadejan el lado oculto de la realidad? ¿Quiénes investigan la verdad y se transforman en portavoces del pueblo? ¿Quiénes pasan las veinticuatro horas sumidos en un permanente pensamiento para analizar la realidad nacional? Son los periodistas. «A aquellos que hacen una infiltración de la naturaleza en la cultura, del pensamiento prelógico en las computadoras, de la solidaridad en el orden, del estornudo en la solemnidad. Intuitivos, desmañados, cándidos como serpientes y astutos como palomas, remolones indecisos, afables, haraganes, un poco estúpidos, terriblemente inoportunos; están ahí, tocando sus desafinadas cornetas que alteran el sueño de los justos; riendo como tontos. Son los que han intentado una obra que irrita hasta el crujir de dientes a quienes no pertenecen a la tribu». ¡Los periodistas! Así nos dice Alberto Cousté.
“Los plumíferos de la oligarquía” en nuestro país son simplemente periodistas. Esa gente es una sola voz de un pueblo metido en la mordaza de gobiernos que no han tenido tiempo para pensar en la paz, ni han contribuido al bienestar de doce millones de habitantes para que tengan trabajo y un lugar donde refugiarse con sus hijos.


¿Quiénes aplauden ese lenguaje que quiere contribuir a implantar la cultura de la mordaza y el silencio? Son una cofradía que cumplen su cristianismo asistiendo los domingos a misa y saliendo a trabajar contra la democracia, y soñaron en hacer de la comunicación un servicio como la recolección de la basura o el agua potable y el alcantarillado y otras enmiendas para que de una vez el país se vaya a un cuerno. En ellos «no existe sinceridad en sus discursos, ni en sus declaraciones de prensa. Sus escritos están llenos de planes criminales y expedientes siniestros. Castígales, oh Dios, malogra su política, confunde sus memorándums, impide sus programas».


Son los resentidos y perdedores que no han logrado curar sus frustraciones. Ellos aplauden la ofensa a la prensa nacional y a los escritores que han dedicado su trabajo sin horarios, a la cimentación de una verdadera cultura con un propio lenguaje ecuatoriano y universal. Escuchen nuestra adhesión incondicional a todos los periodistas del Ecuador que edifican una patria digna y un futuro de libertad. ¡Escuchen!