Obispo patriota

El 10 de diciembre de 1815, hace doscientos años, falleció en Lima el obispo de Quito José Cuero y Caicedo. Nacido en Cali, estudió en Popayán y en Quito. En esta ciudad obtuvo el grado de doctor. Ordenado sacerdote ocupó el cargo de canónigo Provisor en Quito. Fue electo Vicerrector de la Universidad de Santo Tomás y luego Rector interino, allí había dictado por varios años cátedra de derecho. Fue sucesivamente obispo de Popayán, Cuenca y Quito, en esta ciudad ya se distinguió por su preocupación social y humanitaria cuando llegó la Expedición de la Vacuna en 1803, pues fue el alma de la formación de las Juntas para la propagación de tan importante y esperada solución a las epidemias de viruela.


En 1809 fue electo Vicepresidente de la Junta Soberana que reasumió el poder en Quito a falta del rey legítimo, Fernando VII; pero lo hizo con renuencia y poco convecimiento. Al año siguiente, como testigo presencial de la masacre del 2 de agosto fue protagonista eficaz de su finalización; de esta experiencia surgió su cambio radical: desde entonces se convirtió en partidario fiel y activo de los proyectos patriotas. En 1811 fue electo Presidente de la Junta de Gobierno de Quito y decidió convocar a Congreso de los diputados representantes de las Provincias de Quito. Una vez reunidos les planteó la disyuntiva de seguir siendo parte de España o constituirse en Estado soberano, aceptada esta segunda posibilidad, procedió a convocar al Congreso para dar a Quito una constitución, lo que se hizo el 15 de febrero de 1812. Solía firmar: “José, por la gracia de Dios obispo de Quito y por la voluntad de los pueblos presidente de Quito”.


Con la reacción realista de Toribio Montes, el obispo fue desterrado a Lima luego de despojarle de su diócesis. Allí murió pobre y achacoso de bronconeumonía. Su sepultura se halla en el Hospital Real de San Andrés.
Cuero y Caicedo es ejemplo vivo y eficaz del eclesiástico que no teme comprometerse hasta las últimas consecuencias por el bienestar de su pueblo, aunque tuviera que enfrentarse al poder castigador.


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