Pobre Ecuador…

La Navidad se acerca, el año se va y aparecen una serie de rostros entre conocidos y desconocidos, ofertando “el oro y el moro” para arreglar el país. Resucita la antigua ID con los antiguos de siempre y, según dicen, con una oleada de nuevos jóvenes; los Bucaram se montan en su partido detrás de la presidencia; el Alvarito, más “guerrero de Dios” que nunca, por enésima vez promete volvernos ricos; Guillermo Laso está en campaña desde hace rato; el actual prefecto del Guayas, Jairala, enarbola su partido nuevo a nombre de la juventud.


Del Ramiro González no se sabe todavía, del Lucio tampoco; pero, seguro se asomarán estos y otros, cada cual por su lado, por sus propios intereses, con el membrete de poseer la representación popular en las “venas”, mientras el oficialismo se goza y se aprovecha de esta miscelánea política en la que la mayoría de estos precandidatos seguro llegarán a ser “chimbadores”, como diría nuestro pueblo.


Mientras las nuevas “figuras políticas” cabildean, se vuelven simpáticos, se hacen “ocho” vendiéndose, granjeándose el beneplácito de sus diferentes líderes, el país está de venta y en la banca rota. Se subastan las gasolineras de Petrocomercial, ciertos campos petroleros que antes los explotaba Petroecuador, ahora están en manos de empresas extranjeras, el Régimen ya no sabe de dónde sacar plata.


Cualquier dinero que recaudan las pocas empresas rentables del sector público, si hay alguna, se lleva el gobierno central para tapar algún hueco. Los trabajadores públicos sin décimos terceros; las consultas médicas no van más allá de 15 minutos, como para que los médicos no se enteren de las enfermedades de sus pacientes y, desde luego, los despidos de funcionarios son un hecho, se les acaba el contrato y “chao”, a la desocupación.


Por todo esto molestan las sabatinas y sobre todo, la risa indolente del Primer mandatario, que o no se da cuenta o se hace, nos habla de una bonanza sin nombre, como si los ecuatorianos nos llenaríamos el estómago por arte de magia, al verle sonriente o burlándose de cualquiera que ose desmentirlo, increparlo o simplemente disentir.


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