Aguinaldos

Todo se adelanta, recién vamos en la Novena del Niño (algo sofisticada y artificial ahora) y ya hablamos de aguinaldos.

Dos o tres generaciones atrás, era desde la noche buena hasta el día de reyes que los muchachos, bullangueramente por supuesto, clamaban por los aguinaldos y hoy dirán “sin ninguna dignidad, ni amor propio”. Ahora se oyen otras cosas: voy por la calle y un mozalbete le grita a otro “sí, soy estúpido y con mucho orgullo”. Modernidad y alienación totales.


En estos tiempos, no es raro ver propaganda de planes de aguinaldos desde septiembre, mientras más se acerca la Navidad y el año nuevo, se multiplican los nuevos y noveleros aguinaldos (dejan marcas, señalan territorio como los perros lo hacen en cada árbol que pasa en la naturaleza o en los postes del alumbrado público) y si no digan: aborígenes desalojados de sus tierras ancestrales en Tundayme por un contubernio de estado y funcionarios asiáticos; justo días antes de Navidad; trescientos trabajadores cesantes, despedidos por el cierre de una planta ensambladora de vehículos de una marca japonesa; leyes y más leyes, inentendibles para los mismos autores, que el gobierno dice nos benefician a todos, puro engaño y siguen amontonando guindas en el pan de pascua de los iluminados.


También es un nuevo aguinaldo que chinos y cataríes nos van a dar miles y miles de millones de dólares y de los ocho mil millones chinos de enero 2015, tal vez ha llegado una décima parte. Sin entender de números, la Gobernadora de Esmeraldas nos dice que en ocho años el gobierno nos ha dado mil doscientos millones de dólares. ¿Sabrá qué porcentaje representa eso de los más de doscientos mil millones que ha manejado el gobierno de RC?


Los globitos, las estrellas, las guirnaldas y las luces son los contratos dados a dedo y por cantidades ridículas como en el Campo Auca o en las famosas enmiendas gloriosamente trampeadas. Aguinaldo, aguinaldo.
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