Gran ausente

El Presidente con su característico estilo retador amenazó con volver después del 2017 si es que sus enemigos políticos le molestan y así dejaría su “merecido” descanso en Bélgica. Estas palabras no pudieron ser más inoportunas y fantasiosas. Inoportunas, porque vive el peor momento de sus nueve años de Gobierno, si no veamos los porcentajes de aceptación en las encuestas fantasiosas, porque él no tiene ninguna bola de cristal que le garantice que la vida política va a seguir girando alrededor de su persona, peor aún después de la crisis y su efecto inmediato en el desempleo. Además, del rechazo de la población a su estilo confrontador.


La amenaza de volver, como todos los elementos retóricos de Correa, es parte de la misma estrategia de todo su periodo: tratar de que todo gire alrededor de su persona, incluso en su ausencia. Lamentablemente, la oposición y un buen porcentaje de los medios siguen envueltos en la estrategia y no salen del hueco. Sin embargo, la amenaza que hace Correa de volver está muy lejos de parecerse a la promesa perpetua de Velasco Ibarra, porque a diferencia de Correa, el Gran Ausente regresó en contextos muy diferentes a los actuales.


Uno de los contextos que diferencia Velasco Ibarra de Correa es que el primero no gozó de bonanza económica en ninguno de sus periodos y lo seguían eligiendo, supo entenderse con los mismos que le defenestraban y no tuvo el gran aparataje mediático que dispone el líder de la revolución ciudadana. Esto quiere decir que Velasco Ibarra no solo era él y su carisma weberiano, sino más bien el conjunto de alianzas que cocinaban los grupos de poder para ponerle en Carondelet, por eso le denominaron (al cinco veces presidente del Ecuador) como “el último caudillo de la oligarquía”. Una de la tesis es que Velasco se iba y regresaba por consentimiento de la oligarquía.


Habrá que ver si Correa puede ir y volver como Velasco, debido a su discurso en contra de la oligarquía, además de los múltiples enemigos que ha acumulado en estos nueve años y los indicadores de desempleo que sobrepasan el buen criterio que la gente tenía de las carreteras. Al final, nadie vive del asfalto.


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