Protesta

La reanudación de la protesta social en el país, pero sobre todo en Quito, es el acumulado de varias demandas ciudadanas para que el Gobierno cambie su propuesta económica y también el manejo político. Más que una medición de fuerzas en las calles y las plazas, porque no es posible enfrentarse contra el aparato del Estado que ha convertido la burocracia en movimiento político, es antes que nada, el descontento de un gran porcentaje de la población frente a la crisis económica que ya se siente y la actitud del Gobierno por desconocerla, sino revisemos los índices de desempleo, el costo de la vida y el hartazgo hacia el monopolio de la verdad.


Mientras en Carondelet hay pretextos de sobra para celebrar y perpetuar la farra, pues así parece, la gente pierde confianza en el Gobierno al que tanto ha apostado en esta década, no solo por la miopía frente a la crisis económica, sino por la manera cómo se maneja la misma crisis. Primero, Alianza PAIS sigue con la estrategia cansona y previsible de que vivimos en el paraíso, mediante mensajes edulcorados en su repetida actividad de propaganda política. Segundo, los funcionarios de esta administración mantienen la postura de que el Presidente es el genio y, por lo tanto, no hay alternativa ante su palabra y tercero, el flaco favor que hace la mayoría en la Asamblea, bajo la fácil movida de aprobar todo lo que viene del Ejecutivo.


Desde la derrota en las elecciones locales en el 2014, el oficialismo no ha corregido el rumbo y más bien ha ejecutado una sucesión de errores, donde se sigue radicalizando el discurso contra todos, porque parecería que todos somos sospechosos. En este año electoral, lo más previsible es que la confrontación se agudice y que los trapos sucios salgan al sol, no solo desde los opositores, sino también entre los compadres que disputan el beneplácito del Presidente para continuar con su proyecto, la revolución.


En las siguientes semanas se podrá observar si las calles se convierten en el termómetro electoral y responder qué hay de cierto que la protesta logra cambios en las decisiones del Ejecutivo.
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