Dr. Theos Nietzsche Monteros Ullauri

Recuerdo la primera vez que lo conocí. Fue en octubre de 1990, en las aulas de la carrera de Derecho de la Universidad Nacional de Loja, cuando por primera vez abrí las páginas de ese respetable y temido libro, que llamábamos Código Penal, en el cual la sociedad estableció las infracciones y las penas legales para aspirar al orden y a la justicia.

Su sola presencia inspiraba respeto, y su inteligencia sólo era superada por su sencillez, su bondad y su paciencia.

Cada pregunta formulada por nosotros sus estudiantes, merecía siempre precisas e inteligentes respuestas, acompañadas de didácticos e inolvidables ejemplos, provenientes de la genialidad y de la chispa certera de los letrados que han forjado como el acero su carrera, con golpes, contragolpes y fuego.

Por si eso fuera poco, la anécdota, el consejo, la broma inteligente y fina, complementaban las magistrales clases del maestro penalista, para quien la enseñanza de temas jurídicos como el delito, el dolo, la culpa, la omisión, la circunstancia atenuante, agravante, eximente o excusante, era un deber sagrado que había que cumplirlo con altruismo y abnegación.

Esa forma de ser tan suya, permitió que sus discípulos lo respetemos, lo abriguemos como nuestro dilecto amigo, y lo proyectemos al futuro, como un ejemplo de abogado a seguir.

Su enorme labor académica en la vieja Facultad de Jurisprudencia que se extendió a la magistratura en el entonces Tribunal de Garantías Constitucionales, y al limpio y quijotesco ejercicio de la abogacía, han dejado honda huella en muchos abogados lojanos que hoy intentamos respetar sus valiosas y profundas enseñanzas.

Mi homenaje sincero, lleno de respeto, admiración y gratitud al Dr. Nietzsche Monteros Ullauri, inolvidable maestro universitario, que emprendió el viaje al reino de la luz y de las estrellas. (O)