UNO PARA TODOS Y TODOS PARA UNO

Por Ramiro Ruiz R.


El terremoto nos muestra imágenes (publicadas en los medios de comunicación), impresionantes y tristes.

Aquí en Imbabura no pensamos en la magnitud de la desgracia. Nos asustamos con un temblor que había sido una onda expansiva.
Para esta fecha, se aumentan las tareas de rescate y limpieza de escombros en las zonas más afectadas. Se confirman la gravedad y las consecuencias. Las provincias más afectadas son Manabí y Esmeraldas. Las cifras de fallecidos y damnificados se suman cada día.


Ecuador ya ha tenido antecedentes de estas catástrofes. En Ambato, en 1949; en Imbabura, en 1955 y después en 1987; son muestras de destrucción, dolor y desesperación.


A pesar del despojo, desolación y sufrimiento es impresionante la reacción de la gente. Tenemos el convencimiento de pertenecer a una familia, a un barrio y a la sociedad. El país es nuestro.

En esta pertenencia a un país, lo que cuenta es sentirse arropado e identificado con él. Lo importante son los objetivos que pretendemos lograr por medio de nuestra lealtad a la población de ecuatorianos.


En estos momentos no podemos olvidarnos, más bien unirnos y solidarizarnos no sólo con la tragedia, sino más bien con el trabajo y la reconstrucción. Todos los ecuatorianos y habitantes del mundo tenemos necesidad de sentir que pertenecemos a un país y a un planeta. En el mismo mes del 14 al 16 de abril en Kyushu (Japón) tuvo lugar un terremoto de 6,2 a 7 grados.

El 16 de abril en la Costa de Ecuador con 7,8 grados. Al siguiente día 17, en Tonga, al sur de Australia. Somos ciudadanos de la Tierra y vivimos en el mismo planeta. Nos pertenecemos.


Nos identificamos y somos incondicionales. Esta coincidencia humana nos entrega seguridad, nos estabiliza y define entre nosotros. Nos brinda la referencia firme que podemos confiar, aunque este hecho nos haga sufrir y exija sacrificios.


Es importante sentirse en casa, saber que estamos rodeados con quienes compartimos angustias que ninguno pone en discusión. Cuando estos sentimientos se hunden, sufrimos una sacudida de la que no es fácil recuperarnos.


Esta catástrofe nos entrega muchas lecciones. Una de ellas es que hemos puesto la solidaridad, la generosidad, el sacrificio a disposición de quienes necesitan nuestro apoyo material y moral, sin que exista la remota posibilidad de conocernos.