Hay golpes en la vida

El sismo del 16 de abril de 2016 nos recordó con dolorosa fuerza repentina la fragilidad humana que rodea nuestras vidas. Miles de hermanos perdieron en un abrir y cerrar de ojos a cientos de familiares y amigos. Cuadros apocalípticos de barrios enteros en ruinas fueron proyectados por los medios de comunicación al resto del país y al mundo. El lamento y el dolor de los hermanos damnificados nos arrugaron el corazón, y la tristeza colectiva inundó a nuestra frágil y vulnerable sociedad ecuatoriana.

Producido el duro golpe, la reacción de solidaridad ecuatoriana fue inmediata, enorme y anónima.

Solidaridad que provino de todos los rincones de nuestro Ecuador para con nuestra querida Manabí, llena de gente amable, altiva y de corazón abierto, que vive, ríe, cae y se levanta en tierras y playas preciosas en las que brota generosamente los alimentos, los colores y la vida misma.

Esa misma solidaridad fue para con Esmeraldas, territorio maravilloso de la alegría, de la marimba y de los paisajes costaneros de ensueño, en donde sus hijos viven optimistas, gracias al velo invisible y natural que los cubre y que los hace inmunes a los nocivos efectos de la adversidad.

Las sangrantes heridas producidas por el terremoto, también encontraron bálsamo y consuelo en la ayuda de países hermanos, que cumpliendo con los sagrados cánones de la solidaridad humana, han enviado generosos lotes de alimentos, brigadas de rescatistas y de médicos.

De aquí en adelante, el único camino que tenemos es levantarnos, seguir adelante con la cabeza en alto, trabajar incansablemente juntos, y con esfuerzo diario reconstruir nuestra Nación; eso sí, preparándonos de mejor manera para los desastres naturales, que lamentablemente también forman parte del paisaje de la vida.

“Hay golpes en la vida, tan fuertes… ¡Yo no sé! Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos, la resaca de todo lo sufrido se empozara en el alma…” C.Vallejo. (O)