Incoherencia e inconsecuencia

El gran pensador Don Miguel de Unamuno en uno de sus libros más profundos perfeccionaba el adagio latino del cómico Publio Terencio Africano en el sentido de que a todo ser humano no le debe extrañar nada de las actuaciones de los otros, pues tenemos la misma naturaleza. Su frase es lapidaria Homo sum; nullum hominem a me alienum puto, es decir, “soy hombre, a ningún otro hombre considero extraño”.


Por ello, no resulta nada difícil entender la conducta de los gobernantes de turno, pues hoy con mucha fuerza, aunque antes escondidos debajo de la hipnosis del cambio, de la demagogia y de la recuperación de la Patria, instauraron un modelo autoritario que desde el inicio desnaturalizó los cimientos de la incipiente democracia, el Estado de Derecho y las instituciones independientes.


El resultado ha sido mantener una política normativa completamente alejada de la juridicidad donde las necesidades coyunturales marcan la pauta para tomar decisiones que demuestran la poca coherencia y la escasa consecuencia gracias al uso de conceptos ambiguos o sesgados como el Buen Vivir o la misma soberanía.


La volatilidad o inestabilidad no se compadecen con la defensa y protección de los derechos constitucionales de los ciudadanos que han sido sistemáticamente vulnerados gracias a interpretaciones graciosas, antojadizas, livianas, subjetivas y vaciadas de sustento argumentativo tanto lógico como jurídico.


Un ejemplo es suficiente y confirma el eterno retorno de las incoherencias e inconsecuencias como formas cotidianas de gobernar, pues en el tema de la prohibición de la venta de bebidas alcohólicas durante los días domingos, se pudo advertir una defensa furibunda de la aplicación de instructivos y acuerdos ministeriales sobre la base de criterios tan pacatos como el hecho de que “el expendio desmedido de bebidas alcohólicas fomenta el desorden, la descomposición social y la violencia” que flagrantemente inobservaban la vigencia de derechos constitucionales.


Por ello, no hay que olvidar que cuando el Derecho se confunde con la arbitrariedad en forma de moral se pone en verdadero riesgo a una sociedad.


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