El desarrollo alternativo

La noción de desarrollo cambió durante los años setenta del siglo anterior cuando se dejó de lado la idea de que la acumulación de capital era el propulsor del bienestar y se adoptó el paradigma de la “satisfacción de las necesidades básicas” del hombre, pasando de un desarrollo enfocado en la generación de riqueza a un desarrollo de combate a la pobreza.

A partir de ese quiebre se han generado algunas opciones de desarrollo apartadas de las teorías tradicionales que constituyen lo que se ha dado por llamar “desarrollo alternativo” que fundamentalmente se orientan a satisfacer las necesidades humanas tanto materiales como inmateriales, asegurando al mismo tiempo sus necesidades de expresión, creatividad e igualdad de oportunidades.

Una de las dimensiones claves de esta concepción del desarrollo es la sostenibilidad ambiental, la misma que manifiesta la necesidad de garantizar un equilibrio entre comunidad y ambiente que permita satisfacer las necesidades de las generaciones presentes sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades.

Otra importante dimensión es el desarrollo local, que añade la dimensión territorial a la estrategia de desarrollo. El territorio, con todo lo que representa (geografía, recursos, cultura, etnia, medio ambiente…) juega un papel fundamental en la definición de las políticas públicas ya que pueden ser neutralizadas por las dificultades de su implementación en un territorio con características particulares.

La inclusión de esta dimensión ha permitido desplazar gran parte de la tarea del desarrollo a las propias comunidades, conocedoras de su territorio.

El enfoque de Desarrollo Humano, incorporado por las Naciones Unidas desde 1990, hace referencia a la mejora de la capacidad de los individuos para satisfacer sus propias necesidades y está articulado a un indicador, el Índice de Desarrollo Humano (IDH), que trata de cuantificar el desarrollo a partir de tres dimensiones: la salud (esperanza de vida), la educación (alfabetización y escolarización) y la economía (nivel de renta). El uso de este indicador que se mide cada año, permite que los países hagan un seguimiento a sus políticas públicas y puedan verificar su efectividad. (O)