LA OPCION DE LA LIBERTAD

Por Ramiro Ruiz R.


Hace unos años teníamos arraigadas las creencias de que la justicia social exigía un Estado grande y que una economía intervenida podía ser próspera.

Además, el paternalismo y los subsidios eran buenos remedios para combatir la pobreza, y la soberanía debía ser definida con una economía con políticas donde el Estado nuevamente controle y sancione, produzca, venda, gane y distribuya la riqueza.


Lo cierto es que hoy queda muy poco en pie de esa filosofía populista. Los países que centralizaron el poder, la economía, la cultura, tienen a la vista resultados espantosos. Es suficiente ver a Venezuela, Argentina y Ecuador y descubrir la pobreza y el desencanto de sus habitantes.


Todavía desespera la ceguera y la negación absurda que la libertad política y la libertad económica son una sola y sin la dependencia de estas libertades es muy difícil la creación sostenida de la riqueza. Cuanto más libre sea el funcionamiento del mercado y más grande su acción, estará mejor defendido el interés general y, por supuesto, más armonizados los intereses individuales.


La democracia ideal es tener un gobierno eficiente que respeten todas las libertades y se respete a la sociedad y a la persona única y diferente. Gobernantes que sean invisibles que se confundan con el resto de ciudadanos y utilicen el diálogo como mejor armpa para solucionar problemas.


Todas las personas que defienden la democracia, también defienden la libertad a costa de cualquier renuncia y sacrificio. La libertad debe ser absoluta sólo en lo que corresponde a la cultura; en lo relativo al consumo, es indispensable cierta diferencia si se quiere defender la calidad.


¿Es posible optar solamente por los beneficios de la libertad, suprimiendo sus riesgos? En el campo político, la libertad de elegir no garantiza que ocupen el poder siempre los honestos y los más capaces. Y en lo industrial, el mercado tampoco ofrece seguridad que los empresarios fabriquen los productos de mejor calidad y sean los de mayor éxito. En estos como en otros dominios, la libertad es inseparable del derecho a equivocarse, a retroceder, a ir contra los propios principios.


Una sociedad que hace suya la opción de la libertad debería resignarse no sólo a correr el riesgo de tener malos gobernantes y defectuosos productos industriales sino también una cultura pobre. Pero tiene la obligación de corregir errores de elegir gobiernos populistas. Los ecuatorianos debemos tener la política, la economía, la educación y la cultura que merecen.