Ahora, Nicaragua

Tres países de América Latina contemplan la reelección indefinida para presidente y son Nicaragua, Venezuela y Ecuador. Los tres son miembros de la Alba y tienen líderes que se inscriben en el giro a la izquierda y se autodenominan herederos del sueño de Simón Bolívar. En sus discursos, el Imperio es el principal enemigo y legitiman sus acciones mediante elecciones. Hasta cuando vivió Hugo Chávez y hubo bonanza, estos mandatarios gozaban de altos niveles de aceptación, situación que ahora no sucede pues Nicolás Maduro es uno de los mandatarios menos aceptado, asimismo los índices de Rafael Correa están a la baja y con Daniel Ortega ocurre algo similar por su afán de perpetuarse en el poder.


Para el mes de noviembre se elegirá presidente en Nicaragua, sin embargo el actual mandatario ha negado todas las posibilidades de observación electoral por parte de la OEA, la Unión Europea y el Centro Carter. Incluso, la posibilidad de que un candidato de la oposición entre en escena es muy complicada, porque no hay evidencias de la realización de elecciones libres y competitivas. El expresidente de Costa Rica y premio Nobel de la Paz, Oscar Arias, ha sido muy crítico con la calidad de la democracia de ese país y ha llamado públicamente a expresidentes de otras naciones a redactar un documento en el que se inste al Gobierno para transparentar el proceso electoral.


Al igual que Chávez en su momento, el comandante Ortega defiende su postura bajo el uso de tres criterios: la libre autodeterminación de los pueblos, la defensa de la soberanía y el rechazo a cualquier medida intervencionista, entendidas como el rechazo a cualquier observación electoral de un tercero. Al respecto surgen varias preguntas. Por qué si el proceso electoral de Nicaragua es transparente no se da paso a observadores que le den mayor legitimidad. Cuál es el criterio del oficialismo para cerrar el paso a la oposición si esta no representa ningún peligro para el gobierno. ¿Acaso estas acciones de Ortega traslucen ciertas dudas acerca de su propio liderazgo? En fin, los peligros de la reelección indefinida.


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