LA LIBERTAD COMO NUEVO RETO

La libertad es de un solo signo en todos los países del mundo. Los gobiernos que pretenden limitarla en el comercio y la industria, la eliminan en la política, controlan y castiga la libertad de pensamiento y expresión, tarde o temprano deben enfrentar a una irresistible presión popular. Cuando no hay libertad, se destruye la autonomía y disponibilidad que se conceden a las empresas a la hora de producir, comprar y vender y se desconocen a los ciudadanos el derecho a pensar, expresarse, decidir su vida y elegir a quienes los gobiernan.


Perfeccionar el sistema democrático, corregir unas deficiencias debe ser un compromiso de cada ciudadano. De lo contrario, seguirán desarrollándose las debilidades que podrían paralizar la democracia como sucede en Venezuela, Brasil, Argentina y Ecuador. Entre estas taras proliferan la corrupción, el tráfico de influencias, los negociados a la sombra del poder, el narcotráfico, la delincuencia y sus formas que la imaginación ha puesto en práctica para matar por cincuenta dólares. Escándalos de esta índole han ensuciado a casi todas las grandes democracias occidentales en los últimos años.


Otro serio problema es el creciente abismo entre los que tienen mucho y los que tienen poco o nada en las sociedades libres de mundo Esta desigualdad económica no es obstáculo para el consenso social en periodos de abundancia. Pero si la prosperidad se derrama por los altos precios del petróleo y la escasa productividad, se multiplica la pobreza y se evapora la existencia decente. En tiempos de crisis, como sucede ahora, se ponen a la vista altos índices de desempleo, como también inseguridad en el futuro. Las diferencias en la distribución de la riqueza, generan rechazo, indignación y desafecto contra una gobierno ineficiente en la administración de la economía, a la vez discriminador y autor de privilegios.


La libertad y la igualdad son dos nobles aspiraciones humanas alérgicas la una a la otra. Suprimir la libertad para asegurar la igualdad, crea una igualdad ilusoria, y genera una ineptitud para la producción de la riqueza, que más pronto que tarde, condena a la sociedad a la subsistencia y ni siquiera a eso. La ineficacia comienza a arruinar y entonces resucitan y se multiplican distintas formas de injusticia.


La oportunidad abierta a todos a ascender al éxito, o al riesgo de descender, de acuerdo exclusivamente a su empeño e inventiva, o pereza e inhabilidad, es el alimento de la justicia en una democracia.