Inapelable autoridad

Jorge Oviedo Rueda

Barba blanca, pelo cano. Detrás de los cristales de sus lentes un par de ojos negros se fijan atentos en la cámara que le enfoca. Gesticula con seguridad. Es Alberto Dahik, asegurado que si el país no hace lo que él dice, vamos camino de la desintegración nacional. Lo mismo sucede con Rafael Correa. Más movedizo, más ágil en el pensamiento, acompañado siempre de una sonrisa despectiva, asegura que si no se hacen las cosas como él dice, este país no tiene futuro.


Ambos son dueños de esa inapelable autoridad que da el poder. Dahik desde la nostalgia del pasado, Correa desde la dinámica del presente. Frente a ellos la gran masa de ecuatorianos enceguecidos por la propaganda esperando el día de las elecciones para ir a las urnas a ejercer su “derecho al voto”.


Dahik apuesta por un programa privatizador, de esencia neoliberal; Correa por seguir aplicando su heterodoxia económica que hace lo mismo que plantea Dahik, pero sin radicalismo, con vaselina. Ambos ilustres presos de las mismas teorías del desarrollo fracasadas una y mil veces en la práctica y que, deshonestamente, se las siguen planteando al pueblo como solución. Es en la política donde ahora se tiene que ejercer la imaginación y la creatividad. El neoliberalismo ha sembrado de muerte el mundo; en América Latina el “progresismo” político no puede seguir fortaleciendo el capitalismo como vía “revolucionaria”. ¿O no es eso lo que hace la RC?


Hay otras alternativas, pero los Dahik y los Correa las ignoran y los medios masivos de comunicación no los toman en cuenta. El sistema en su conjunto conspira en su contra.


¿No pasa acaso eso con el nuevo pensamiento ancestral, o con el Vitalismo o con Ñucanchic Socialismo, entre otras que yo conozco?


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