LA MOVIDA DE LA TRI

El fútbol apasiona. El juego es diversión, regocijo, alegría, gozo, hasta llegar a la pasión.

Cada uno tiene una función y dependen del trabajo del otro. Si uno falla, el orden y la estrategia pueden desbaratarse y conseguir la pérdida del juego. En una eliminatoria de campeonato mundial, perder puede ser la ruina.


Los jugadores, pisan el césped, se juntan y comienzan a concentrare y a bolear en un calentamiento de escasos minutos. Un tiempo demasiado breve para dominar los nervios y la presión de miles de aficionados desconocidos.


Jugar es divertirse hasta el gozo absoluto. Es difícil olvidar a los jugadores que saltaron a la cancha a divertirse. Recordemos unos pocos nombres como Pelé, el conflictivo Maradona, Ronaldhino, que jamás perdió esa condición de niño inocente. Ahora, Messi y hasta Cristiano Ronaldo, a pesar de su sonrisa acartonada.


En nuestro país están presentes en la memoria Alberto Spencer, Polo Carrera, Tito Larrea, Tin Delgado, el ‘diablo’ Lara. A ellos les interesaba jugar, amenizar sus vidas riendo de los dribles y las bicicletas que hacían con el balón. Naturalmente, ellos tenían el privilegio de ganar mucho para colmar su risa.


Los hinchas sufren, comentan, juzgan, condenan, cambian de entrenador, y por qué no, hasta de jugadores. Si el equipo juega mal y pierde, salen llenos de decepción y con un sufrimiento monstruoso. Muchas veces el seguidor sobrepasa la pasión y se transforma en fanático.


La selección perdió el orden, la disciplina, el coraje, el alma del juego frente al Brasil. No sólo perdieron la función y el cumplimiento, sino el vigor y el significado de juego.


Y así como un el cirujano tiene que concentrar su conocimiento y sus habilidades para salvar una vida, o un periodista, escribir tan bien como si un reportaje fuera el mejor del mundo, así también un futbolista tiene que jugar y bien.


A un equipo no se le permite jugar mal. Ni a un entrenador se le consiente escoger a jugadores mediocres o plantear estrategias equivocadas. Como se trata de un juego que mueve, además, miles de millones de dólares, el seleccionado no puede olvidar que tiene que jugar al máximo. Es una persona predilecta que usa los mejores zapatos, excelente ropa, aviones, alimentación escogida, hoteles de lujo. Entonces no hay alternativa. Solo jugar como el mejor. Si así hace y pierde, así es el fútbol. La semana anterior jugaron pésimo. Ojalá busquen la alegría de jugar. Sólo eso.