Macarena con C de…

Jorge Oviedo Rueda

La franqueza no es una virtud de los ecuatorianos. No somos abiertos como es la gente del Caribe, por ejemplo. En una parada de bus caribeña, uno puede enterarse de las intimidades del poder, de las cirugías de las artistas o de las penurias del pueblo. En las paradas de bus del Ecuador, por lo general, prevalece el silencio.


Por eso una declaración como la de Macarena Valarezo resulta atentatoria a nuestro “estilo nacional”. Altera ese estado general de hipocresía al que estamos acostumbrados. Estoy seguro que los íntimos de la señora de marras le deben haber dicho: “pero tú estás loca, Macarena, esas cosas se piensan pero no se dicen”.


¿Qué ha dicho? Que tiene pánico de que otro muerto de hambre llegue al poder. Síntesis genial del pensamiento oligárquico que se enquista raigalmente en una clase media arribista y se desparrama a un sector popular que reniega de su condición. ¿Por qué, entonces, tanto escándalo?


Lasso, Viteri, Moncayo y toda la fauna de candidatos que ahora prometen salvar al país, si dejaran la hipocresía a un lado, suscribirían el pensamiento de Macarena. No lo hacen porque saben que se les puede acabar el negocio circular de pedir, cada cuatro años, el voto a los muertos de hambre.


Esa es nuestra sociedad y nuestra democracia, el arte de vivir maquillados haciendo que los malos olores no suban a la superficie.


Cuando se rompe esa hipocresía se viven procesos como el venezolano, en los cuales los muertos de hambre han descubierto que son sujetos de derechos y que son ellos los que tienen que hacer la historia y no esperar invitaciones hipócritas de sus verdugos para seguir maquillando la realidad.


Por eso, Macarena, con c de…, desde de la oligarquía, se ha anotado un poroto en esta lucha contra la hipocresía.


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