El voto

No es otra cosa que la más noble y generosa manifestación de compromiso cívico con la democracia de la patria a la que se pertenece, por el cual todo ciudadano se hace corresponsable del destino de la nación.

Para ejercerlo responsablemente es necesario que el votante realice un análisis sensato y objetivo de las propuestas electorales de los candidatos, dejando de lado el show y las superficialidades que tanto influyen al momento de sufragar en nuestra débil democracia.

No hacer este análisis, hacerlo a medias o solamente hacerlo con la tramposa guía del espectáculo mediático o la bufonada, constituye una imperdonable y rastrera falta contra nuestra república, tan vulnerable al asalto de ambiciosos, fantoches y mediocres, cuya descomunal audacia y pequeñez de espíritu considera a la política como una fuente fácil de enriquecimiento y una egoísta plataforma para ejercer poder sin rumbo e imponerse ante los demás.

La mejor arma para enfrentarlos y salirles al paso será el voto inteligente, razonado y cargado de civismo, que por un lado identifique a las candidaturas con propuestas serias y razonables, respaldadas con hojas de vida limpias al servicio de la colectividad; y, por otro, castigue a aquellas que son insustanciales, vacías y resultantes de la improvisación, el demérito y la fatuidad.

Escoger adecuadamente gobernantes y asambleístas será siempre una tarea compleja que demanda honestidad, seriedad e identificación con los verdaderos intereses nacionales, lo cual lamentablemente no ha ocurrido en el Ecuador desde hace algunos años. Es hora de cambiar la historia y para ello debemos participar activa y responsablemente en estas elecciones, inmunizándonos a través de la información, la educación y la cultura política, del aguijón de la novelería, de la demagogia, del populismo y del sectarismo político. (O)